Saber morir

Yveth Romero Padilla

Yveth Romero

No podemos negar que a todos nos afecta la presencia de la muerte, sea de nuestros seres queridos o la posibilidad de la propia muerte, y, ningún otro ser, a parte del ser humano, se angustia o sufre frente a la cercanía de la muerte, sin embargo, nadie quiere hablar sobre ella; la muerte es la gran desconocida a quien todos tememos.

Crecer, desarrollarse, multiplicarse y morir es más natural para los animales y las plantas; la única angustia nace en el dolor físico que les provoca una herida, una enfermedad, pero desconocen el temor a la muerte, e incluso, dicen algunos investigadores, no registran su vejez, lo que, para nosotros es sinónimo de declinar, término y muerte, para los animales es siempre igual, la vida es siempre igual.

La cuestión de la muerte, como algo real, tangible al que llega todo ser humano, ha sido, es y será motivo de preocupación. Comprender la muerte ya no es parte de nuestra moderna vida, nuestra ignorancia sobre ella nos lleva a esforzarnos por ganarle al tiempo, y buscamos mil y un artilugios para “vencer” a la muerte. Pero ella siempre llega, siempre nos encuentra, como el agua, no importa cuántos obstáculos encuentre a su paso, siempre llegará al océano, y en el momento preciso, y así, se cumplirá el ciclo de nacer y morir. Tal vez estar vivo o muerto depende de dónde pongamos la conciencia, de si esta se refleja o no en el mundo objetivo, de la evolución de la misma.

Nacemos y nos adaptamos a las circunstancias externas, la educación, las costumbres. Y, al morir -dicen los Sabios- retornamos al lugar del cual vinimos, para continuar viviendo de otra manera. Esto es lo que no conocemos, –o lo olvidamos-, por eso tememos. No deberíamos considerar vivo aquel que no está consciente de estarlo, a lo sumo, está dormido en la materia, es decir, no está consciente del valor de la vida.

Nueva Acrópolis Santo Domingo