Nada que celebrar

Valeria Mesías Rodríguez 

Valeria Mesías Rodríguez

Al conmemorar Santo Domingo de los Tsáchilas sus 15 años de provincialización, un clima de preocupación y zozobra embarga por la escalada de violencia e inseguridad en el espacio público. Nada que celebrar. Por el contrario, noticias sin precedentes como atentados con explosivos, coches bomba, sicariato, secuestro, extorsión y crimen organizado, dan cuenta del vacío de gobernabilidad, a nivel nacional y local.

Ignorar que este clima de violencia en el espacio público es resultado de la erosión del tejido social conlleva a tomar medidas ineficaces frente a estadísticas locales como el nivel de pobreza, desigualdad social, desempleo, mendicidad, trabajo infantil y del adulto mayor. La calidad del espacio público se ha ido deteriorando junto con el desmejoramiento de las condiciones de vida de la gente. No obstante, solo se aplican políticas de “adecentamiento del espacio público”, construyendo pasos a desnivel, parques, monumentos y luces, aduciendo fortalecer la identidad santodomingueña.

Pero, la “falta de identidad” solo es parte de un alegato cultural para hacernos olvidar de lo verdaderamente urgente: la lucha por la vida. Todo este circo es fruto de la improvisación y del oportunismo. Juegan con la psicología del rebaño porque saben que la gente recuerda más un colorido monumento a cualquier cosa, o un centenar de sombrillas decorando una calle, y que no piensa ni actúa en una época marcada por múltiples crisis de sentido.

Hoy, el protagonismo de Santo Domingo es indudable, junto a los titulares de las ciudades más violentas del país. La precarización de la vida ha hecho que el riesgo ya no sea una probabilidad, sino una constante. Pero estamos distraídos. Olvidamos pronto. Por eso, la vida se ha vuelto tan frágil, igual que nuestras expectativas de futuro en una época de crisis e indefensión general.

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