Hay personas que apoyan al mandatario, alabando sus «cualidades».
Debemos apoyarle, porque representa el resquicio de la incipiente democracia, toda vez que vivimos en un narco-Estado. ¡Pero hay que exigirle correctivos!
Alabarle, es envanecerle, hacerle creer que está muy bien todo. Ello comporta una irresponsabilidad, porque nos afecta a todos, porque debe escuchar, atender, ¡entender! No puede tratar a los ecuatorianos con la actitud que tiene un gerente de banco, hacia el cajero de agencia.
El Ecuador no es una entidad financiera cuya eficiencia se refleja en su estado de cuenta, es una organización política que requiere cambios en su estructura constitucional pútrida, reeducación en valores y en contrainsurgencia a la fuerza pública y a todo el servicio público. Estamos rodeados de narco-Estados, debemos identificar al enemigo interno.
Solo entonces habrá coherencia entre la propuesta de reactivación económica y la restauración del Estado de derecho.
Caso contrario, el 2025 nos entregará definitivamente, con «cuentas saneadas», a las fauces del narco-terrorismo internacional; ya están en Argentina, Bolivia, México, Perú, Venezuela, Chile, acaban de tomarse Colombia. Ya es hora de que reaccione con firmeza, decisión, entereza.
Es inadmisible que en un año no haya dispuesto Consulta Popular con las preguntas que ya están aprobadas por la Corte Constitucional, desde el 2019, mediante Dictamen 7-19-RC-19, que son las únicas que desarman el narco-Estado instaurado en la Constituyente de 2008. Ya estaríamos cambiando ese antro denominado Asamblea.
El trabajo está realizado en más del 50%; no obstante, propuso siete consultas, que no las ha realizado y que aún haciéndolas, todas juntas, son inservibles para salir del sometimiento a leyes diseñadas para favorecer el delito y proteger a los criminales, que son el núcleo del narco-Estado generador de la inseguridad social, jurídica, de la destrucción moral y económica del país.