Perro que ladra

Gonzalo Yépez Palma

Gonzalo Yépez Palma

Miguel de Cervantes escribió a inicios del siglo XVII la famosa novela Don Quijote de la Mancha. En una parte, habla Don Quijote a su fiel acompañante Sancho Panza, de que “si los perros ladran, es señal que avanzamos…”. De ahí en adelante, esta famosa frase ha sido utilizada de manera metafórica en múltiples escenarios, sean éstos profesionales, políticos, culturales, teatrales, etc. para referir la indiferencia a una oposición vana.

Caminando por la vida, la frase cala perfectamente en nuestro diario convivir, especialmente quienes llevamos una vida llena de proyectos, realizaciones, avances positivos y en el camino, se nos cruzan desatinados comentarios de aquellos que las oportunidades se les esfumaron.

Y es que cuando un perro te ladra, tienes dos reacciones inmediatas: o aceleras el paso, o le enfrentas para que el can sienta tu autoridad y, sencillamente, se retira. Pero si ya te resulta un animal sumamente agresivo, ahí si la cosa es diferente. Pero vamos al primer escenario.

Me he dado cuenta, cuando realizo mi jornada ciclística, que a veces me sale un perro, me ladra, me persigue, le evito y acelero el paso. Con el tiempo, el animal se cansa y se retira, y yo avanzo ¿Acaso no te sucede a ti en tu diario trajinar? Si te sale alguien con críticas, comentarios vanos o episodios desagradables, con la intención de hacerte daño, sencillamente sigues tu camino, pronto se cansará y se quedará. Tú seguirás siempre adelante, y el perro quedará siempre atrás. 

Todo esto coincide también con el evangelio del miércoles 7 de febrero (Marcos 7, 14-23), que textualmente proclama: “…nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre…». Muchas veces somos víctimas de improperios, de personas que sufren al ver que otras triunfan y tratan de “pisotearla”. Se asemejan a los perros de Don Quijote y, en el caso del evangelio, los que desde fuera quieren dañar nuestro corazón.

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