Necesitamos confiar

Delia Steinberg Guzmán

La palabra “unificar” procede del latín unus y facere, “hacer uno”, es decir, reunir varias partes diferentes aunque coherentes y conjugarlas de modo que podamos lograr una unidad armónica y homogénea.

Es un acto de acercamiento, de conexión que, de no existir, haría que cada una de las partes o de los seres siguiera caminos diversos –cosa que no está mal- pero divididos, desunidos y contrapuestos. Sin esto, nos tocaría vivir en un perpetuo caos en el cual sería muy difícil encontrar sentido a la existencia y a sus circunstancias variables. Precisamente, la enfermedad que se abate sobre nuestro presente histórico – y ya hace bastante tiempo que la arrastramos- es el separatismo, la lucha abierta entre facciones que cada vez se hacen más pequeñas, hasta llegar al enfrentamiento de un individuo con otro.

Esto se vive en el ambiente político, cultural, religioso, artístico, social, familiar; se percibe en las calles de las grandes ciudades y ya va haciendo mella en los pequeños pueblos. La desconfianza es dueña y señora de los ánimos y eso se revierte en descortesía, brusquedad, irritación, falta de escrúpulos, carencia de sinceridad, egoísmo… No hay convivencia posible cuando falta la generosidad del amor y cuando prevalece el sentimiento absorbente del que se considera único en el mundo.

Para convivir hay que ensanchar la conciencia y dar cabida a todos los seres vivos, entender la vida en todas las cosas y concebir la infinitud del universo. Hay que conocer y valorar todo lo que es… Y tener el valor de compartir lo que somos con todos los que son. Nadie puede lograr su realización si desprecia la realización de los otros. Una buena dosis de unificación es lo que necesitamos todos en general y cada uno en particular. Volver a experimentar la realidad de esa gran familia que es la Humanidad.

Nueva Acrópolis Santo Domingo