Los padres de roble

Verónica Narváez

Cuando era niña me ponía las botas de mi papá, botas de cuero altas, por la casa yo sonaba tac – tac-tac, su presencia siempre ha sido fuerte como roble (como bien lo semejan a un padre), veía sus manos trabajadoras, metódicas, fuertes y generosas como ningunas, aprendía sin saber el valor del esfuerzo.

Hoy yo llevo las botas a mi estilo, la herencia y sus símbolos impregnada en mi ser, amo mis botas en el significado profundo que tiene para mí, verme hoy con la fortaleza que la heredé, saber que mi incansable ser, esa parte innegablemente positiva es la extensión de mis padres (lo negativo ya es mi kit), y ahí en el ejercicio de la vida el esfuerzo es la bandera, el trabajo honesto.

Al final del día, como madre agradezco que mis hijos también vivan de estas lecciones de vida desde el compartir con su abuelito, abuelito que da ese extra de amor y enseñanzas a lo que su gran papá les da.

Luego pienso cuántos niños más pueden crecer cerca de la sabiduría y cariño de nuestros padres robles, la suerte de tenerlos.

Para quienes este año han perdido a sus padres no imagino la tristeza que puede ser, lo único que entiendo es que los lazos son intangibles e indestructibles son uno mismo en el ser, imagino la mirada desde el cielo de los padres que tuvieron que irse, los hijos, los niños pequeños, ese acompañamiento y luz para calmar el corazón de su familia.

Si usted es un lector padre, recuerde que sus enseñanzas marcan la vida de sus hijos, sea un buen roble, sepa su capacidad de formar el carácter y fortaleza en sus hijos y deje sus raíces profundas.

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