Los árboles peligrosos

Verónica Narváez

Verónica Narváez Terán

Arraigada en la herencia popular de muchos ecuatorianos, está la historia de lo que bautizaré como “los árboles peligrosos”, pasa de vecino en vecino aquella voz diciendo: “los árboles son nido de ladrones, los árboles cortan la visibilidad del otro lado de la calle, los árboles pueden matar con sus ramas”. De todas las formas y secretos de los árboles, no concibo que sean peligrosos como un animal feroz, un callejón sin salida, o sean los culpables de falta de luz en determinado lugar. 

Una de las banderas de lucha del activismo local es la protección de los árboles, será que hay quienes con justa razón vemos a los árboles en su magnificencia, como productores de oxígeno, albergan vida, dan sombra, absorben dióxido de carbono, mejoran el paisaje. Ahora sabemos que las podas en los árboles son como intervenciones quirúrgicas y aún más importante es saber que: “la mejor poda es la que no se hace” así lo dice un gran amigo Jorge Polo quien cuenta con certificación de Podador Internacional.  Y es que, nos toca aprender mucho de la naturaleza y en la ciudad debemos concebir el arbolado urbano, la ornamentación como una “inversión” no un “gasto” y desde esta primicia comprendemos que debemos capacitarnos en muchos niveles de intervención. 

Hoy veía como se talan unos “árboles peligrosos”, casualmente son árboles que embellecen diferentes lugares, reponer ese valor ecosistémico será muy demorado, lo que queda es prever la reposición de otros árboles que de alguna manera generen más sentido de seguridad, tengan menor tamaño y frondosidad. 

De imaginar la segunda parte de la narrada historia de peligrosidad de los árboles, y creo que, de cualquier forma, la acción de muerte nunca es bien vista por la Tierra.

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