La ingratitud

Gonzalo Yépez Palma

Gonzalo Yépez Palma

Entre pensamientos de incógnitos personajes, alguien dijo certeramente: “Qué fácil te olvidan cuando ya no te necesitan”. El tema se torna humano y eterno, porque nuestra generación, y las que han pasado por el mundo terrenal, fácilmente olvidamos a quienes algún momento nos tendieron la mano.

Una de las virtudes que debemos cultivar los humanos es la gratitud. Saber reconocer el bien que recibimos, de cualquier persona que venga y en cualquier momento. Y este reconocimiento no precisamente debe ser material, puede ser sencillamente un reconocimiento sentimental, un gesto de respeto y consideración.

Al contrario de esto, hay personas que aprovechan las circunstancias temporales para sacar tajada del supuesto amigo en el momento que éste le puede ser útil. Claro, está por demás comentar que vienen los atentos saludos, los apretones de mano, el hablar bien de él/ella, sonreírle de oreja a oreja, llamarle por teléfono y, como está de moda, poner like en publicaciones de redes sociales, entre otros detalles superficiales.

La ingratitud se manifiesta de cuerpo entero cuando este amigo ya no le puede ayudar o ya no le es útil en lo que el otro le solicitaba y era atendido favorablemente. Entonces viene el otro refrán “Si te he visto ni me acuerdo”. ¿Qué tal? Hasta ahí llegaron los halagos, las buenas atenciones, las actitudes de cortesía, etc. etc.

Cómo somos, ¡¿no?! No hay nada mejor que ser grato con quien alguna vez te extendió la mano, sea con el favor que fuere, material o inmaterial, de cualquier valor. Seguramente esa persona se portó muy bien, muchas veces, con toda sinceridad. Hay personas que dicen que quien entrega un favor fácilmente lo olvida, pero quien lo recibe no debe olvidarlo. La satisfacción personal de quien es grato es grande y se puede manifestar de diferentes maneras, y una de las mejores es no olvidarse de aquella, considerarla, respetarla y mucho más. 

[email protected]