Indolencia que mata

Anita Caicedo

En algún momento de nuestra vida, hemos escuchado hablar sobre la indolencia, una especie de monstruo que ataca sin piedad, destruyendo la dignidad de los seres humanos que lo enfrentamos y lo soportamos. Parece que la indolencia es un mal que no tiene final, pues en el transcurrir de la historia, los hechos demuestran que siempre ha estado ahí vigilante, atenta, acechando su próxima víctima.

Las manifestaciones de segregación o exclusión social que muchos jóvenes, niños, niñas, adolescentes mujeres y hombres en el Ecuador enfrentamos hoy, unidos a la pobreza, marginalidad, falta de oportunidades laborales, escasez de colegios y establecimientos educativos adecuados, carencia de los recursos básicos en los territorios , exclusión social y el olvido que los gobiernos de turno han tenido, dejan ver que la indolencia social sigue latente, ya no con compromisos forzados, pero sí con la indiferencia e insensatez, que para este caso es peor.

Ahora bien, no todo es malo, existen leyes que pretenden protegernos de ese monstruo destructor del amor y la empatía. Podemos denunciar cualquier caso de indolencia en contra nuestra. Sin embargo, pese a estas medidas, son muchos los casos que no tienen respuestas efectivas y quedan en silencio, pues hemos aprendido a convivir con esa indolencia que pareciera no tener solución. Existe desconfianza en el sistema judicial y esto hace que muchos definan su “indiferencia social”.

Muchos conceptos populares manifiestan que las buenas intenciones fallan cuando los padres en los hogares no enseñan a sus hijos el respeto; fallan cuando las oportunidades laborales para las personas que integran esta sociedad diversa son mínimas. No será fácil derrotar aquellos quizá acertados conceptos de incredulidad frente la estructura social y estatal, las cuales deben brindar herramientas eficientes y estrategias efectivas que no solo pretendan mitigar o paliar esta grave anomalía social, sino que busquen arrancar de raíz este monstruo que cada vez se agiganta más.

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