Orlando Amores Terán
Hecho está, nada ha cambiado. El pueblo crédulo, que desconoce los intereses oscuros del hampa política, ha aprobado lo que considera que favorece a su seguridad, pese a que los asesinatos, extorsiones, tráfico de personas, armas, drogas, no solo continúan, sino que se han incrementado.
La «seguridad» es una percepción, manoseada mediante propaganda y el silencio pautado con medios de comunicación responsables del deterioro moral, ético, social y económico del país. Son los mismos que hace 18 años impulsaron la candidatura de los «manos limpias», hicieron creer a una gran mayoría que se inauguraba una «revolución ciudadana», mientras invisibilizaban a los quienes nos opusimos, porque no eran revolucionarios, ni ejercían ciudadanía, eran una caterva de cínicos, mediocres, oportunistas, rateros y miserables; todo lo contrario a lo que se autopromocionaban: «mentes lúcidas» de «corazones ardientes».
Igual que ahora, se advirtió el peligro, desde cuando eran candidatos; luego, mientras aprobaban la Carta de Montecristi, se denunció que instauraban una tiranía. Pero la borrachera del cinismo, la mentira y la propaganda engañosa era tan grande, que pocos reaccionaron.
Igual que ahora, la mayoría demostró, poca comprensión de la realidad, hasta cuando el narcoterrorismo echó raíces a través de las funciones, instituciones y regiones que instauraron el narco-Estado vigente, a cuya estructura corrupta y corruptora no le afecta, el resultado de esta consulta, que dejó en claro que no confía en el régimen, al que le han negado su propuesta orientada a favorecer negocios particulares de los vinculados a la intocada estructura narco-Estatal.
Para que el narcoterrorismo no destruya Ecuador, hay que restaurar la República, destruyendo el narco-Estado.