El buen ciudadano

Gabriel Villalva Cassanello

Es evidente que vivimos tiempos difíciles, podríamos fácilmente caer en la tentación de llamarlos tiempos malos, pero la verdad es que justamente aquello que nos conmueve, incomoda, nos muestra a la vez algo a lo que debemos poner especial atención, y en esa medida, aunque no sea algo agradable, no por ello deja de ser útil y hasta necesario.

Nuestras ciudades, antes, punto de encuentro de sueños y esperanzas, son ahora rápidas y violentas. Sin embargo, ante esta situación es necesario un ejercicio filosófico, el preguntarnos, ¿de dónde viene? ¿qué origina ese malestar? ¿Es que una ciudad es solo un grupo de personas en las que cada una en realidad solo busca su bienestar? Tal vez hemos olvidado que las ciudades están o debieran estar conformadas por ciudadanos y entonces ¿quiénes son los ciudadanos y que les une? 

Que diferente sería el mundo, nuestras ciudades y barrios, si quienes la habitan buscaran cada uno de ellos destacar por su virtud, entiéndase por ello, el orden, generosidad, bondad. La Filosofía como toma de conciencia, nos permite cuestionar, observar la realidad y descubrir aquellas realidades que existen hace mucho tiempo y ver cuáles funcionan y cuáles no.

El buen ciudadano es el que vive en armonía con las tres naturalezas:  Con la naturaleza física, nuestra pachamama, vivir en armonía con responsabilidad ambiental, con la naturaleza humana, vivir en armonía con nuestro entorno y con la naturaleza espiritual, vivir en armonía nosotros mismos. El buen ciudadano emerge desde el hogar y de la sociedad, pero fundamentalmente de la toma de conciencia de sí mismo, de la comprensión de lo que significa el ser ciudadano y su vivencia y ejercicio cotidiano.

 

Ser un buen ciudadano es un logro humano, ser un ciudadano del mundo es un logro civilizatorio. 

 

Nueva Acrópolis Santo Domingo