Discurso mental

Ruby Mena Melo

Ruby Mena Melo

La importancia que le damos a la imagen que presentamos al mundo exterior es inevitable. Somos seres sociales por naturaleza y necesitamos de otras personas para sobrevivir.

No podemos controlar lo que piensan de nosotros. Todo lo que está en nuestras manos es saber lo que nos gusta, determinar lo que somos y quiénes somos, adaptarnos a nuestros sentimientos e ir con lo que creemos correcto o más adecuado.

Los Sioux (pueblo indígena) tenían un dicho muy interesante: «Antes de juzgar a una persona, camina tres lunas con sus zapatos». Esto significa que juzgar es fácil, comprender es un poco difícil y la empatía es más compleja. Y solo si hemos tenido una experiencia similar.

A menudo queremos que otras personas nos conozcan, entiendan nuestras decisiones y las compartan, o al menos nos apoyen. Cuando no lo hacen, nos sentimos mal, incomprendidos e incluso rechazados.

Todos necesitamos a alguien que valide nuestros sentimientos y opiniones en ciertas situaciones, sin embargo, es un gran error anteponer tu bienestar a la aceptación de los demás.

Lo que otras personas piensan de ti es su realidad, no la tuya. Conocen tu nombre pero no tu historia, no viven en tu piel. Lo único que saben es lo que les dices o lo que pueden intuir. Si vivimos de acuerdo con eso, perdemos nuestro estilo e individualidad. Nos veremos obligados a usar máscaras y nuestra imagen en el espejo solo reflejará inseguridades y falta de una sana autoestima.

No le demos demasiada importancia a comentarios externos. Una crítica es una simple opinión (que cualquiera puede dar si se expresa con respeto), lo que nos hace daño es la interpretación a esa crítica, el discurso mental que creamos ante lo que alguien nos dice. Nadie te puede hacer sentir inferior sin tu consentimiento.

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