Deseos en fin de año

Luis Intriago Luna

Luis Intriago Luna

Muchos son los buenos augurios de la gente para el nuevo año: las felicitaciones, las predicciones positivas para la familia y amigos. Desear éxitos y más generosidades es bueno, pero ¿en qué medida llega esto a cada uno? Convendría reflexionar sobre la intencionalidad y la vehemencia con que expresan dichos deseos.

Se debería considerar la buena opinión de Dios al respecto. Dios sostiene al caído y levanta a los oprimidos, colma de bendiciones a todo ser viviente y liberta a los cautivos; aquello es bíblico. Es tan importante reconocer todas estas ofertas que cada uno debería hacerlas suyas, a efecto de asegurar los múltiples deseos en favor de los demás. Es vinculante los buenos deseos humanos con los donativos hechos por Dios: “Bienaventurado el pueblo que tiene a Dios”.

No bastarían las recurrentes buenas intenciones. Pienso que se debería concebir un compromiso de cambio a nivel personal y social para fortalecer la moralidad en el país.  Conscientes que estamos viviendo una crisis de valores morales, cívicos y espirituales; aquellos tres elementos son vitales para recuperar y cambiar a la familia, la sociedad y la nación. Todos tenemos la obligación de contribuir al cambio social, no con ofertas demagógicas ni con deseos superfluos, sino con el compromiso de un cambio real y permanente: no robar, no mentir y no ser ocioso.

 Desde cada trinchera de lucha, hagamos algo todos los días en beneficio de una patria mejor sin desilusionarnos, ni perder la capacidad de asombro ante los desafueros de un poco de desadaptados. No aceptemos los bochornosos comportamientos de ningún sector, venga de donde venga. Pues hay que mostrar el rechazo altivo y a la vez solidario con aquellos infortunados que han sido extorsionados, asesinados, violados y secuestrados. En ese contexto, ¿de qué servirían los buenos deseos de éxito si nuestra sociedad hoy está en peligro?

Por tanto, no aceptemos ningún acto de corrupción. Más bien, repudiemos con energía para no convertirnos en cómplices de las atrocidades de otros; así, estaríamos haciendo patria y nos daría la calidad de patriotas.

 Hasta que cada uno haga su aporte y resista al mal, que Dios nos ampare.

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