Crisis de inseguridad

Luis Intriago Luna

Luis Intriago Luna

La seguridad ciudadana está pasando por una crisis de inseguridad, que se ha venido agravando por culpa de una pésima decisión del Gobierno de la revolución ciudadana, al liberar el consumo de droga; además, una Constitución muy garantista, una legislación blandengue, solapadora y muy permisiva; si a esto le sumamos la evidente corrupción de todas las instituciones del Estado, con mayor acentuación en la esfera judicial; aquello está facilitando el crecimiento delincuencial. En este contexto, la corrupción está tocando fondo a niveles sorprendentes.

 Existe una desesperación por acumular fortuna por cualquier medio; ojalá reflexionaran los que así piensan, que acumular excesivo dinero no es la felicidad; cuántos  millonarios ecuatorianos no pueden dormir en paz como lo hace la mayoría de la gente común, y no es que sea negativo o pesimista, pero quisiera que entiendan los que se apasionan por tener más dinero sin mirar el origen de dónde y cómo se lo obtiene; ¡qué bello es ganar por medios lícitos!, y más noble compartir con los que menos tienen, dice la Biblia “el que da a otro solo presta a Dios.”

 La salida la vengo proponiendo desde hace mucho tiempo: reformar la Constitución, endurecer la ley con acumulación de penas, con sanciones ejemplares; obviamente que no pase de cien años, pero sin pena de muerte ni cadena perpetua, sin rebajas ni medidas sustitutivas para quienes maten, violen, aterroricen y amenacen con arrebatar lo ajeno sin ningún derecho.

Las leyes deben ser tres veces más duras para los funcionarios del Estado, a fin de que sean honestos y fieles cumplidores de la ley; a jueces y fiscales se les debe tener solo cuatro años en funciones y deberían ser sancionados con toda rigurosidad sin contemplación, una vez comprobada la infracción en su gestión.

 Por otro lado, sancionar civilmente a los padres para que se responsabilicen en criar buenos hijos, con valores morales, cívicos y espirituales; a efecto de completar el círculo para el cambio positivo a corto y mediano plazo; solo así podríamos hablar de volver a tener buenos ciudadanos a quienes la patria los está necesitando. Hasta que hagamos este cambio, que Dios nos ampare.

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