Líneas rojas

Wellington Toapanta

Frágil, con líneas rojas, el acuerdo parlamentario del inminente Gobierno con organizaciones que, en los últimos años, han mantenido con sinsabores y tensiones al Ecuador podría quemarse en la puerta del horno y no extrañaría el realineamiento de una mayoría, como sucedió en mayo de 2021.

Conscientes de que no está escrito sobre piedra, la entente entre la Revolución Ciudadana, Partido Socialcristiano y Acción Democrática Nacional, podría hacer agua, no solo porque sus voceros fueron turbios, esquivos —¿vergonzosos?—, al anunciarlo sin detalles, sino porque es contra natura conjugar anti impunidad con impunidad durante 16 meses, a menos que medien razones inconfesables.

El futuro gobernante ha reiterado que “jamás estaremos por la impunidad” y que tocará “fibras sensibles de grupos de poder que han estado enquistados por décadas” al recibir la credencial de mandatario, lo que habría provocado escozor en los otros compactados.

Si Noboa tiene como serio horizonte tolerancia cero a la corrupción, que “jamás estaremos apoyando a fuerzas políticas que quieran violentar la Constitución”, difícil cuando no imposible sería materializar el acuerdo parlamentario, debiendo sustentar su gestión en el mayoritario anticorreísmo que le eligió.

Si no cesan las tensiones entre los compactados, la sesión inaugural sería accidentada, por el desplazamiento de los publicitados hipotéticos dirigentes y administradores parlamentarios, y no extrañe ‘inesperadas’ fracturas en bloques.

La recomposición no menguará la actividad parlamentaria: fiscalizará a los agendados: fiscal general, ministros de Economía, Energía; también a miembros del Consejo de la Judicatura, de la Corte Nacional, del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, mientras los proyectos de leyes urgentes, en materia económica, entrarían en vigencia por el ministerio de la ley, si no existen mayorías calificadas.

Vienen 16 meses con nuevos Gobierno y Parlamento, con la gobernabilidad en expectativa, la que se concibe con ética y transparencia, valores a los que son reacios la impunidad y la violencia, línea roja que emblematizaría el nuevo inquilino de Carondelet si conjuga sinceridad con bienestar impostergable del país.