Sembrar vientos

Paco Moncayo Gallegos

Eso es lo que han realizado los gobiernos ecuatorianos desde hace más de quince años y ahora, el país cosecha la terrible tempestad de violencia que le azota.  De haber sido un territorio de tránsito de la droga, a fines del siglo anterior e inicios del presente, el Ecuador se ha convertido en un nodo estratégico en las complejas operaciones del crimen organizado, lo cual se debe, además, a su ubicación entre los dos principales países proveedores de la cocaína.

En efecto, prácticamente la totalidad de la producción de esta droga en el mundo se realiza en Sudamérica. Colombia representa entre el 60 y 70% de los cultivos de la hoja de coca, seguida con menores porcentajes por Perú y Bolivia, respectivamente. En 2021, el cultivo en el vecino del norte se incrementó en un 43% y la producción en un 14%. Durante mucho tiempo, el negocio se mantuvo controlado por las Fuerzas Revolucionarias de Colombia, pero, tras el fracasado proceso de paz, la atomización de los actores criminales derivó en la presencia de lugartenientes de los cárteles mexicanos y europeos que llegaron para organizar los distintos procesos de las cadenas de suministro.

La droga colombiana y la peruana llegan a través de las porosas y extensas fronteras hacia el Ecuador y, desde nuestros puertos y playas, se trasladan a Norteamérica y a Europa. En 2009, el 9% de la cocaína que llegaba al Viejo Continente, lo hacía desde Ecuador; mientras que en 2021, superó el 33%. También se ha abierto una ruta hacia el continente africano. En enero de 2021, las autoridades de Gambia incautaron casi 3 toneladas de cocaína de un contenedor, enviado desde Guayaquil.

Los grupos delincuenciales mexicanos y europeos subcontratan a grupos locales para organizar la logística y otras operaciones dentro del país y algunos de ellos han logrado independizarse y controlar sus propios territorios y el negocio al menudeo. Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC): “Ecuador es un ejemplo ilustrativo de la amenaza que representan los grupos delictivos locales que colaboran con traficantes extranjeros”. Es evidente la complejidad y gravedad del problema y se debe evitar proponer soluciones fáciles y rápidas, porque no existen.