Milica Pandzic
El censo es uno de los procesos más importantes del país. Su importancia radica en lograr obtener información, aproximada pero certera, sobre quiénes conformamos el país y sobre nuestras necesidades. El censo suele ser la guía principal de la política pública por los próximos 10 años y por tanto, me atrevo a decir que era un proceso incluso más relevante para el país que la consulta popular sobre la cual vamos a votar este domingo.
No obstante, desafortunadamente el censo se ha visto envuelto en un sinnúmero de problemas, obstáculos y denuncias que nos hacen dudar sobre si realmente se ha llevado de una forma técnica; lo que por tanto, también nos hace dudar de la certeza de sus resultados.
Si bien un censo no debe ser exacto -y por tanto la solicitud de la inclusión del número de cédula no era necesario, por ejemplo-, debe llevarse a cabo con personas correctamente entrenadas, con un diseño que permita obtener la información más veraz posible, y especialmente, con un programa que pueda llegar a todos los habitantes, en este caso, a todos los ecuatorianos. Al día de hoy, todavía existen denuncias sobre encuestas mal realizadas, encuestadores sin herramientas de soporte necesario, y lugares donde el censo nunca llegó; entre otras situaciones.
Las respuestas del INEC suelen ser esquivas, y su excusa descansa en supuestos “intereses políticos para desestimar el censo”. Sin embargo, la responsabilidad queda en su institución, y con ella varios retos pendientes. Primero, garantizar que la información fue técnicamente recabada, y por tanto, que realmente refleja la situación del país. Y segundo, tener la honestidad suficiente para aceptar los errores de este censo, porque solo así podemos evitar que vuelvan a suceder.