Por quién doblan las campanas

Manuel Castro M.

Debe alertar a cada uno, pues ningún hombre es una isla, las muertes infames de rusos y ucranianos, por la sed de poder del zar Putin; las muertes espantosas en la cárceles ecuatorianas, los femicidios diarios, las asesinatos por delegación (sicariatos), el crimen organizado, pues como dice el poeta Jonh Donne (que inspiró  el título de la novela de Hemingway ‘Por quién doblan las campanas’): “No preguntes/ por quién doblan las campanas./ Doblan por ti”.

Nosotros formamos parte de un ‘ser colectivo’ constituido por todos los hombres. Los toques de campanas son para anunciar una muerte. Las muertes individuales afectan a todos los hombres. La indiferencia ciudadana, la incuria de los poderes públicos y gobernantes que no impiden tales atrocidades o las propician, evidencian una inmensa ceguera ya que cada uno puede ser víctima inocente del crimen, ajeno ello al origen o motivación de los victimarios. Ni el mantenerse o querer captar el poder, ni la ira o venganza o captar espacios de poder, lograrán que tal vez mañana seamos víctimas, sin que escapen de tal suerte los victimarios, criminales y traficantes.

El poema de Donne, escrito hace quinientos años, nos hace ver que el hombre debe salvar al hombre, que es salvarnos todos. Concluye el poeta: “Para el infeliz no habrá más flores y plegarias/ Ya no habrá más que vejestorias rosas/ Y una cruz entre malezas olvidada/ Y una cruz entre malezas olvidada…”. El apiadarse casi histéricamente y el doloroso ‘adiós postrero’ son insuficientes. El evitar las muertes violentas es tarea colectiva. Educación y no indiferencia. Política preventiva y ética. Prevención que es adelantarse al crimen aleve.

Hay una palabra parecida a “campana” y es “campaña”. Las campañas políticas seguro que no doblan por ti; lo único que aspiran es a ganar, con ofertas y engaños. También estemos alerta ante los vivos que aspiran solo al voto. Experiencia nos sobra: 14 años de correísmo, van dos de desaciertos prácticos y verbales, que por ser de buena fe no los vuelve irresponsables a sus autores. “La razón bruta es menos soportable que la fuerza bruta”, decía Oscar Wilde.