Pasado mañana

PACO MONCAYO

La humanidad ha librado batallas heroicas a lo largo de la historia, para alcanzar metas cada vez más altas de libertad, igualdad, racionalidad y dignidad. En los estados teocráticos el ejercicio del poder absoluto se sustentaba en la supuesta naturaleza divina del emperador; las primeras democracias excluían de la política a las mujeres; llegó después el reino de todas las arbitrariedades de los señores feudales y las monarquías hereditarias, en las que el rey, la nobleza y el clero gozaban de múltiples garantías y privilegios, frente a una mayoritaria base empobrecida de campesinos y trabajadores, sometidos a abyecta servidumbre.

Las revoluciones americana y francesa modificaron sustancialmente esa situación: expidieron constituciones escritas que garantizaban los derechos políticos y sociales de los ciudadanos, reconocían la participación de éstos en el ejercicio del poder político, instituyeron la separación e independencia de las funciones del Estado, fuerzas armadas no partidarias, la igualdad ante la ley y la soberanía popular.

Sin embargo, estos trascendentes postulados se aplicaron a medias o quedaron truncos. Nuevamente, grupos minoritarios acumularon enormes riquezas y monopolizaron el control del poder político. La insatisfacción generada en amplios sectores sociales, fue explotada por doctrinas políticas totalitarias y, quienes claudicaron en la defensa de sus derechos democráticos, cayeron en las garras de gobiernos que reinventaron el absolutismo, dirigidos por personajes nefastos que, con ofertas de igualdad, profanaron derechos humanos fundamentales. Hitler, Mussolini, Franco, Stalin gobernaron a sus pueblos como atroces monarcas absolutos. En América Latina, en tiempos recientes, hubo quienes intentaron una reproducción caricaturizada de esas tiranías.

Pasado mañana, el pueblo ecuatoriano acudirá a las urnas para elegir entre dos propuestas incompatibles. Una que asegura fortalecer la democracia pese a la trágica situación herencia de los malos gobiernos, la corrupción y la pandemia; y, la otra, que ofrece reproducir las peores prácticas de los últimos quince años, perdidos para el desarrollo del pueblo ecuatoriano. ¡Prohibido equivocarse!