No se fue, sigue vivo

Jesús Martín Barbero fue quien mejor pudo comprender la idiosincrasia del latinoamericano en sus expresiones culturales y mediáticas.

La semana empezó con el triste anuncio de la muerte de Jesús Martín Barbero, quien influyó en los estudios de comunicación y periodismo de la misma manera como una telenovela entraba en las casas de la gente. Y es que este hombre venido desde España y estudiado en Europa fue quien mejor pudo comprender la idiosincrasia del latinoamericano en sus expresiones culturales y mediáticas: el melodrama y las formas comunicacionales donde se expresan los sentidos y los significados.

Hablar de Jesús Martín Barbero no es solamente citar textos y referencias académicas de sus ensayos, sino tener en cuenta la vida encarnada de lo que pensó y lo que hizo en sus clases y en sus libros: los vivió como propios y desde esa experiencia enseñó.

Jesús Martín Barbero fue un maestro contemporáneo, que siempre dialogó con todas las audiencias: era común verlo charlar en programas con académicos y luego con niños, con periodistas y estudiantes universitarios, y con ciudadanos. Con todos tenía la emoción de contar, de explicar y de compartir lo que pensaba, nunca como algo definitivo, sino que estaba en formación gracias al diálogo con la gente.

Gracias a Jesús y sus iniciativas, las escuelas de periodismo mutaron a facultades de

Comunicación, se pensaron más allá de un oficio y se vieron reflejadas en los medios y en la vida cotidiana de la gente. Desde varias instituciones ayudó a mejorar la educación superior y media de los latinoamericanos, con sus esfuerzos por comprender cada vez mejor a la sociedad y a sus cambios de hábitos, usos y preferencias.

Leer sus libros es emocionarse por el pensamiento, no importa si no se es comunicador, pues la obra de Jesús es totalizadora y nos ayuda a entendernos como seres sociales que comunicamos. Comprender sus ideas, mediante videos y libros, es quererlo -utilizo el presente porque en su obra sigue vivo-, pues fue de esos pocos hombres que realmente eran buenos, lo que hace a un verdadero maestro.