Mejor la amnesia

Recuperar los botines que se llevaron es legalmente tan complicado que, por salud mental, es mejor darlos por perdidos. No importa cuánto sufrimiento se infrinja a los culpables; eso no traerá ese dinero de vuelta.

‘Amnistía’ y ‘amnesia’ son dos palabras que comparten un origen etimológico muy similar. Sin embargo, por motivos políticos, a nivel social una nos parece encomiable y la otra vergonzosa. La amnesia es no poder recordar cuando es necesario hacerlo; la amnistía, en cambio, implica la necesidad de olvidar para poder seguir viviendo.

El Estado ecuatoriano pasó más de una década, desde 2007, dedicado a vengar agravios que, a veces, se remontaban incluso a inicios de los ochenta. Bajos lemas como “Prohibido olvidar” o “sin rencor, pero con memoria”, había una política oficial de masticar resentimiento; daba la impresión de que, con un poco más de tiempo y recursos, íbamos a terminar con sabatinas dirigidas contra la plutocracia de los años veinte o cadenas nacionales sobre la represión del quinto velasquismo.

Resulta deprimente pensar que ahora vayamos a pasarnos la siguiente década intentando ajustar cuentas con la más reciente “revolución”. No solo se trata de una proceder moral y emocionalmente dañino, sino de una pérdida de tiempo.

Hay una obsesión por castigar hechos de corrupción recientes, pero ya nadie parece recordar que la verdadera devastación del Estado se dio, de forma completamente legal, entre aplausos y bajo una marea de petrodólares, en los primeros años de la república de Montecristi. Es como si un sujeto hubiese asesinado a un transeúnte y otro apenas se hubiese dedicado a saquear los bolsillos del cadáver. Se quiere linchar a los saqueadores del Estado; sin embargo, los ingenieros de la debacle siguen siendo poderosos y socialmente respetados.

Algo similar sucede con la insistencia en “recuperar lo robado”. No es lo mismo dinero robado que dinero mal administrado. Una sociedad castiga penalmente el robo, pero no la incompetencia, y desgraciadamente, el pecado de nuestro pasado reciente no fue tanto el peculado cuanto el derroche. Por último, recuperar los botines que se llevaron es legalmente tan complicado que, por salud mental, es mejor darlos por perdidos. No importa cuánto sufrimiento se infrinja a los culpables; eso no traerá ese dinero de vuelta.

En tanto no puede haber una amnistía, podemos al menos optar por la amnesia. A largo plazo, resultará mucho mejor.

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