Murakami a ritmo de blues

Lorena Ballesteros

Cuando el autor japonés Haruki Murakami publicó ‘Tokyo Blues, Norwegian Blues’ (1987) se convirtió en un ídolo de masas entre la juventud de su país. Hace más de 30 años el escritor, traductor y ensayista puso sobre el tapete temas como la sexualidad, la depresión y el suicidio en la adolescencia. Ahora, en pleno siglo XXI existen otras tantas plumas magníficas que han aprovechado está temática para poner los pelos de punta a sus lectores. Sin embargo, Murakami no lo hizo en forma de novela negra, ni con elementos de terror; al contrario, lo hizo a ritmo de blues, con nostalgia y una alta dosis de tristeza. Aunque en momentos, también aprovechó el humor y el erotismo para desviarnos del ambiente trágico que envuelve sus páginas.

Debo confesar que me costó llegar a Murakami. A pesar de que su obra está en todas las librerías, no solo de Ecuador, sino del mundo, evitaba entrar en ese cauce de la literatura oriental. Pero no se puede escapar de Murakami. Sus novelas se promueven en redes sociales. Son favoritas de personas de la generación X, ‘millennials’ y también de la Z. A pesar de haber nacido en 1949, tiene una peculiar manera de vincular a la sociedad global contemporánea con su literatura.

En Tokyo Blues la lectura va al son del saxofón, la guitarra o el piano con un repertorio que se revela explícitamente en cada capítulo. Su personaje Toru Watanabe tiene una íntima relación con la música occidental. Es fanático de los Beatles y por lo tanto la canción del grupo inglés Norwegian Blues es el detonante para que a sus 38 años, haga un viaje mental a la época de su juventud, etapa en la cual conoció a Naoko, su primer amor.

La novela contrasta amor idílico con amor real. Asimismo, devela los primeros encuentros sexuales de jóvenes universitarios. Muestra una sociedad japonesa desinhibida, airosa por salirse de las líneas, de los paradigmas y al mismo tiempo sobrepasada por sus tradiciones. Ese peso de las normas rígidas es el que rasga las vestiduras de los adolescentes que comienzan a hundirse en un agujero negro. Sin tapujos y de manera muy explícita, Murakami hace un llamado de atención para que sus lectores enfrenten un tema de política pública: las enfermedades mentales.

Nos muestra un abanico de personajes rotos, que buscan recuperarse para salir del túnel por el cual transitan. Watanabe parece estar rodeado de seres que no encuentran motivos para estar bien, para luchar, para creer. Hasta que aparece Midori, una chica peculiar e irreverente. Ella, a pesar de haber tenido pérdidas irreparables, se muestra optimista, decidida. Midori es el soplo de vida entre las tinieblas.

Así, con la música de los Beatles (entre otras canciones) como telón de fondo, la trama de esta novela japonesa muestra los diversos caminos que se pueden elegir en una historia de amor. Es un relato íntimo desde la mente y corazón de un chico que se va haciendo hombre. Es una oportunidad para mirar con compasión a las enfermedades mentales y un llamado de atención para sociedad global: la depresión es un agujero negro y profundo.