Peligro: un poeta que piensa

Martín Riofrío Cordero

 Hace un tiempo, según cuenta un importante miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, se postularon, para una publicación conmemorativa, a varios de los autores más significativos de la literatura ecuatoriana. El propósito era encontrar al escritor más representativo de nuestras letras, y como se ha hecho ya con otros célebres autores de otros países de latinoamérica, publicarlo en una de esas ediciones que circulan de la Real Academia de la Lengua. El elegido fue César Dávila Andrade, gran poeta y narrador cuencano que para los ecuatorianos no necesita presentación. Esta elección fue socializada y enviada a España, donde la institución superior de la Academia, sorpresivamente, desestimó la publicación de Dávila. El motivo no tuvo que ver con su calidad literaria, desde luego solvente, sino con un tema nacional: no podían publicar a un autor que había escrito una obra como ‘Boletín y Elegía de las Mitas’ por considerar el contenido de este gran poema anticolonialista como ‘‘ofensivo’’ para la corona española.

Así, “El Fakir” se quedó sin publicación, y los ecuatorianos, como tantas otras veces, sin voz ni representación.

Un poeta que piensa siempre es peligroso.

Este es un ejemplo paradigmático, ya que tanto César Dávila Andrade, como otros grandes escritores clásicos ecuatorianos, no han tenido buenas reediciones. Ni siquiera aquí en el Ecuador.

Así es el olvido.

Este jueves 23 de noviembre, sin embargo, se posesionó el nuevo presidente, Daniel Noboa, junto a todo su gabinete ministerial. Esta, sin duda, es una nueva oportunidad para que no solo se reediten obras de autores emblemáticos y se pongan en circulación. Es una oportunidad para que también se revisen las condiciones de los escritores vivos, quienes todavía, con buena cara y al mal tiempo, siguen apostando por crear una obra en este país. El Ecuador es un país en el cual la implementación de políticas culturales es todavía un mito. Para muestra un botón: los fracasados planes de lectura que existieron en gobiernos anteriores.

Es cierto que en la actualidad existen fondos estatales a los que uno puede postular para publicación y promoción de una obra, pero con esto no basta, más aun cuando su alcance y beneficio es tan limitado. Hay otras cosas en las que no se piensa. Por ejemplo: ¿De qué vive un escritor cuando está escribiendo una obra? ¿Cómo se escribe en el Ecuador? ¿En qué condiciones se lo hace? En otros países hay becas que apoyan e incentivan a los creadores.

¡Se ha hecho tan poco y se puede hacer tanto!

Por ello, escribo esta columna a manera de invitación para que el nuevo gobierno, y su nueva ministra de Cultura, Romina Muñoz, tomen cartas en el asunto. Esta es una nueva oportunidad, Daniel. Que los errores del pasado no marquen la senda del futuro. Siempre se puede volver a comenzar, y los escritores y la literatura ecuatoriana, necesitan que se hagan las cosas bien.