Incertidumbre sin futuro

Martín Riofrío Cordero

En un artículo publicado en El País, llamado ‘‘Citar a Gramsci queda bien’’, el escritor y periodista español, Juan José Millás, señala que en la actualidad, nos hallamos en uno de esos grandes periodos de desasosiego colectivo. Dice: ‘‘En 1969 teníamos incertidumbre ante el futuro, sí, porque había futuro. Ahora padecemos de una incertidumbre sin futuro (…)’’.

Pensar en el futuro, para nosotros los jóvenes, es una tarea igual de imprecisa y vacilante que para los jóvenes de hace veinte o cuarenta años. Sin embargo, hoy nos enfrentamos a varias crisis de diferente índole que antes, tal vez, no se contemplaban. Una es, por ejemplo, el cambio climático. Expertos hablan de que nos queda poco tiempo para que el mundo siga tal y como lo conocemos. Dicen, algunos, que si no se toman medidas de aquí a 2025, nuestro destino quedará marcado. Otro factor, quizás el más angustiante por la injerencia inmediata que tiene en nuestras vidas, es lo económico.

Entonces surgen preguntas entre los jóvenes como: ¿Cuánto tiempo nos queda? ¿Cuándo terminaremos de colapsar?

Gran parte del problema, lo señala el mismo Millás en su artículo, es el ultraliberalismo económico. Los cambios de la modernidad no han sido, en términos humanos, de mucha ayuda para la subsistencia de nuestra especie. Y el individualismo, una de sus grandes consecuencias, es el gran eje mediante el que gira el neoliberalismo. Ha hecho mella en el sentido de comunidad, y además, ha dado una falsa idea de que el Estado debe estar lejos del asistencialismo. Producto de ello, los jóvenes no conseguimos trabajo, y la remuneración -si es que se consigue-, es insuficiente, pues no permite, si nos fijamos únicamente en el Ecuador, cumplir con la demanda de la canasta básica familiar (784 dólares mensuales). Todo esto provoca, en definitiva, una ausencia en el horizonte. Un vacío que crece cada vez más, como un agujero que se hunde en las clases más necesitadas de la sociedad, y tiene efectos desastrosos en la salud mental. He ahí una de las principales razones para que esta generación, a diferencia de otras pasadas, tenga más problemas de ansiedad o depresión, y busque tanto amparo en la psicología.

¿Qué debemos hacer?

Antes los jubilados eran el grupo económicamente más vulnerable. No es que haya dejado de ser así, pero como señala la escritora española Carmen Domingo con respecto al Informe de Finanzas de los hogares españoles del 2000 al 2022, hoy en día, en muchos casos, son los jubilados, con una pensión de 800 euros mensuales, quienes resuelven la economía familiar. Ha aumentado la brecha de desigualdad de los jóvenes en comparación con la población de más de 65 años. Ahora los mayores tienen más.  Por ende, no sería mala idea plantear también una pensión o un bono para los jóvenes. Pues somos nosotros quienes tenemos más energía, tiempo, pero menos ingresos que nos permitan vivir o desarrollar proyectos. No se trata de desproteger a la gente que ha contribuido toda su vida al Estado. No, para nada. Se trata, más bien, de que los estados, a nivel mundial, comiencen a tener otra perspectiva de la juventud. Pues quién sino los jóvenes construirán el futuro.

No todos los jóvenes disponen de capital suficiente para forjar el porvenir. Por eso, no estaría mal ayudarlos. O al menos, pensar en cómo hacerlo, que ya es bastante.