Esperanza en medio de la violencia

Sara Salazar

En medio de la situación actual que vivimos, donde la violencia ahoga la alegría, la celebración de la Navidad adquiere un significado desafiante y profundo, y es una oportunidad para abrazar el amor y la esperanza.

En el contexto actual donde el miedo y la incertidumbre impera a nivel nacional, recordar que la Navidad es Jesús, ilumina el camino para encontrar paz y la luz en medio de las sombras de la violencia.

La Navidad es más que solo un evento histórico, es un recordatorio que, aun en los momentos más adversos, la luz de Jesús ilumina las realidades más difíciles. Celebrar la Navidad en estos tiempos tan violentos conlleva abrazar la esencia misma de la festividad: el niño Jesús que nació en un pobre pesebre, el mayor acto de amor y humildad de Dios para los hombres.

Jesús nos invita con sus mensajes llenos de amor a ayudar a quienes más sufren en estos tiempos, y no permitir que el miedo acentué divisiones entre nosotros. Debemos ser valientes y solidarizarnos con aquellos que han perdido la esperanza, unirnos más en medio del caos que estamos viviendo. Nos ayudará a encontrar consuelo, fortaleza y la resistencia necesaria para confrontar la violencia con la fuerza transformadora del amor en Cristo.

No dejemos que el temor siga reinando en nuestro país. Unamos fuerzas para luchar contra la violencia desde nuestros hogares, comunidades, barrios. No olvidemos que la violencia se alimenta de la división.

A pesar de nuestras diferencias, todos queremos un país de paz, donde los niños celebren la Navidad con la tranquilidad de que las calles son seguras. Me dio mucho pesar saber que en mi parroquia las tradicionales posadas serían celebradas solo en la iglesia y no como tradicionalmente se realizaban, pidiendo posada en diferentes casas durante nueve días. Ir caminando desde la parroquia hasta la casa que nos daría posada, por las calles de mi querido Guayaquil, mientras cantábamos villancicos al ritmo del salmista, con nuestras guitarras y panderetas, vestidos como ángeles, pastores, reyes, etc. es un lujo que las nuevas generaciones en mi familia no experimentarán debido a la inseguridad.

La inseguridad nos impide celebrar con normalidad nuestras costumbres y tradiciones ecuatorianas. Salir a la calle se ha vuelto un deporte de alto riesgo. Vamos caminando con ojos hasta en las espaldas; salimos a la calle con la ropa lo menos vistosa posible para que no ser blanco de asalto. Este año hemos vivido el tiempo de Adviento con el corazón en la mano, entre apagones, delincuencia, crimen organizado y con noticias que nos dejaron perplejos a unos más que a otros.

Yo me pregunto hasta cuando tendremos que soportar esta zozobra. Uno realmente sale a la calle con el Jesús en la boca, sin saber si va a regresar a casa a salvo. Sinceramente, yo estoy cansada de esta situación. Quiero un país donde mi familia y seres queridos vivamos seguros.

La desesperanza amenaza nuestra fe, pero la luz de la Navidad nos invita a llevar el mensaje de compasión y amor de Jesús a los lugares donde la violencia ha atacado con más fuerza, oscureciendo toda posibilidad de esperanza. Por eso debemos unir fuerzas para ser agentes de cambio y construir un futuro de paz, todos juntos.

Les deseo a todos una Feliz y Santa Navidad.