La desnutrición crónica en los primeros 1.000 días

La desnutrición crónica infantil (DCI) afecta a miles de niños y niñas en el Ecuador.

El impacto negativo en su desarrollo fruto de la escasez de alimentos en la mayoría de casos y de una dieta inadecuada en otros, persistirá hasta su vida adulta pero además afecta de manera directa en el desarrollo del país. En otras palabras, tener una infancia desnutrida pasa factura a esos niños y a esas familias, pero también a todo el resto de la sociedad.

Los científicos han insistido en que el momento más relevante de la nutrición y desarrollo del ser humano son los primeros 1.000 días; esto quiere decir, que desde la gestación es determinante que la alimentación sea suficiente, completa y adecuada.

El estudio, al que he hecho mención, que están desarrollando algunas organizaciones de la sociedad civil y en particular Berenice Cordero con Fundación Esquel, hace un barrido de conceptos desde de la neurociencia que explica que los primeros años de vida el cerebro crea 700 conexiones neuronales por segundo – una velocidad que nunca volverá a alcanzar y por eso es que a los 3 años de edad el cerebro de un infante es dos veces más activo que el de un adulto.

Si las madres cuentan con la atención y cuidado oportuno durante el embarazo, se podrá garantizar que sus hijos no sufran de desnutrición. El cuidado materno, además de controles prenatales y alimentación adecuada, deberá incluir información.

Debemos plantearnos que una política pública ideal para combatir la desnutrición infantil, también se enfoque en la prevención. Educar a las madres, pero sobre todo garantizar el acceso a alimentos y atención médica.

Ecuador tiene un camino cuesta arriba, en primer lugar, cumplir con los pendientes de salud pública; y, en segundo lugar, enfocarse en educación sobre alimentación y cuidado adecuado. Para ello es importante mirar experiencias de países cercanos, que han enfrentado este desafío con mayor solvencia.