Ataque a TC y narcoimpuesto

Kléber Mantilla Cisneros

La punzante declaratoria de guerra a la delincuencia, después de la transmisión, en vivo, de la toma de pandilleros al canal televisivo TC, esparce la transformación de los demonios del poder, el narcotráfico regional y la fragilidad destructiva de los engendros del socialismo del siglo XXI. El objetivo militar: descabezar el crimen organizado que caotiza ciudades y caminos. Con ‘huevos de avestruz’, dijo el presidente, Daniel Noboa, que incluirá la impunidad cometida por jueces y fiscales, en las cortes de justicia. Nada aún sobre la extradición de prófugos, la devolución de lo robado y los financistas narco enlistados en los procesos electorales. Lo que sí subirá el impuesto al consumo del 12% al 15%.

Sin piedad, los carteles de la droga mexicanos: Sinaloa y Jalisco Nueva Generación, así como la narcoguerrilla colombiana, poblaron la pesadilla histórica del narcotráfico. Aquí, desde la salida de la base militar estadounidense de Manta, el reparto y control de cárceles; la expansión y escuelas del sicariato, el refugio territorial de narcos a pretexto de la tal ‘ciudadanía universal’, la venta de armas y lavanderías de dinero; narcoavionetas, valijas diplomáticas narcorreístas y el dominio de rutas marinas; hasta la consolidación hoy de unas 22 bandas terroristas en el Ecuador. Desde el origen de Choneros y Lobos, hasta las masacres más sanguinarias de pescadores y reos. De los chats cínicos del ‘Patrón’ Norero hasta la huída del ‘Fito’ y del ‘caracortada’ Colón Pico. Desde la foto de la piscina de narcos en Miami hasta las imágenes del cruento asesinato del candidato presidencial, Fernando Villavicencio.

Esta vez, el ataque vino en la pantalla de TC y con la expansión del miedo vía teléfonos celulares. El caos filtrado en el inconsciente colectivo que permite la secuencia del gran espectáculo. El bombardeo desinformativo e imparable de noticias cargadas de horror, que cristalizan el narco-terrorismo: el secuestro a policías, las explosiones de coche bombas por doquier; balaceras amenazantes, el mundo confundido con lo desconocido y todos por una pacificación agónica. La esperanza: unas Fuerzas Armadas limpiando las calles. Pero, cuidado, ¡el Impuesto al Valor Agregado lo pagamos todos!

¿Y ahora qué sigue?  Pues, si la guerra es la política por otras vías, se viene el inicio del cambio de paradigmas. Los que nos llegan desde afuera de nuestras fronteras y reescriben la pobreza mundial, el enfrentamiento de clases, de razas y de género. Y, los que nacen desde adentro, con el arquetipo de la tiranía que busca regresar al poder a través del caos; los de la mentira política para empobrecer más a la gente y enmascarar politiqueros, desinformadores y banqueros. ¡El show recién empieza!

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