Galletas de marihuana

Julia Rendón Abrahamson

Una escena en la película ‘This Is 40’ viene a mi mente. En ella, una pareja siente que su relación está bajo presión debido a que ambos han alcanzado los 40 años. Él le regala a ella un fin de semana en un ‘resort’ por su cumpleaños, y juntos se drogan con galletas de marihuana, y fantasean en voz alta sobre formas en que se matarían entre sí.

La escena me hace sentir bien. Al menos me hace pensar que quizá no todas las parejas en sus cuarenta lo tienen todo resuelto. La imagen que tenía de niña o incluso en mis 20 de lo que sería una adulta de 45 años parece menos real ahora. La verdad es que los adultos seguimos ‘improvisando’ y ‘tratando de lograrlo’, algunos simplemente lo hacen con más seguridad que otros.

Sé que es solo una película, estrenada hace años, en 2012. Pienso que se habla poco sobre lo que significa tener esta edad en el mundo actual, especialmente para las mujeres. La mayoría de mis amigas, a diferencia de antes, tienen hijos pequeños en preescolar o primaria, incluso bebés. Combinan la cima de sus carreras con la crianza, o han tenido que sacrificarlas por ello. Tienen padres que están envejeciendo, y a quienes quieren/tienen que cuidar. Todas hemos tenido que tomar decisiones difíciles.

Mi día empieza con la sensación de apuro. Quiero estar con mis niñas cuando se levantan, llevarlas al bus del colegio, darles un beso en la frente al irse. Para esto me levanto a las 5:30 para nadar o correr, porque a los 45 “hay que cuidarse”. Una vez que se van, intento escribir, trabajar, hacer todo lo que tengo que hacer para poder pasar tiempo con ellas por las tardes. A esta edad la vida parece una constante carrera contra el reloj, tratando de equilibrar el trabajo, el tiempo con mis hijas, y todas las demás responsabilidades. Un artículo del New York Times* explica que “las personas en sus 40 en la actualidad están tan ocupadas que resulta difícil evaluarlas”. Se refieren a esta etapa como “la hora pico de la vida” donde todas las demandas se superponen. En inglés llaman a esta generación DITT: doble ingreso y gemelos pequeños.

No me parezco en nada a la imagen que tenía de mí misma cuando era niña y pensaba en esta edad: una adulta segura, siempre perfectamente peinada, maquillada y vistiendo trajes beige. No es que me drogue en resorts o consuma galletas de marihuana, pero definitivamente, no tengo todo resuelto. Vivo día a día, haciendo lo mejor que puedo, al igual que mi compañero de vida. Malabareo, digo lo incorrecto en las situaciones equivocadas. Todavía me enojo por ‘tonteras’, y puedo llorar por la más mínima cosa. Exploto en situaciones indebidas, soy fuego.

Pero he aprendido a decir ‘¡no!’ y he elegido a mi tribu. No pierdo el tiempo en gente o cosas que no me llenan. No pretendo ser nada que no soy, y toda despeinada, sin ningún moño en la cabeza, me estampo, a veces, un pote de helado. Salgo a tomar gin & tonics con amigos del alma, y amo el arte como cuando era niña. Vivo porque no “estoy hecha”.