Ilustre institución (150)

31: “Por tu historia y misión creadora/de hombres de voluntad y empeño/Central Técnico ilustre de Quito/nuestra patria será tu deudora”.  El poeta sensible que cantó a la belleza, al amor, a la vida, a  la muerte, también le dio un espacio emotivo para elogiar al trabajo. Cuando fue maestro, de  muy cerca se estimuló visual y sonoramente: martillo y yunque, explosión del motor, fuerza de la energía eléctrica, pantalla reproductora de imágenes; y, especialmente del trabajo de jóvenes con esperanzas de esbozar su futuro.

Un 9 de noviembre, nació una institución educativa, hace 150 años. Desde 1871, buscó atender a sectores  de ecuatorianos en su mayoría: pobres, ignorados y olvidados, ofreciendo oficios o profesiones para ganarse la vida con esfuerzo, capacidad y trabajo. Un centro educativo que estimuló y estimula una movilidad social, importante dentro de un sistema socio- económico con profunda estratificación.

La misión del Central Técnico casi nunca fue interferida. Su filosofía de vida y objetivos han sido claros: ubicar en una conjunción al hombre y al trabajo. Los  resultados, dejar  a la Patria, jóvenes y ciudadanos disciplinados, pundonorosos y altivos; y profesionales innovadores, inventores.

Tuvo épocas doradas y otras muy difíciles. Cambios de nombres, reducidos presupuestos, olvidos y hasta soterrados ataques que interfirieron su labor.

En “Lo fácil fue dañar” (La Hora-2019-03), describí  todos los atropellos, muchos inauditos: enrejar las aulas para callar a jóvenes que veían perder su futuro y hasta inéditas torturas carcelarias.

Este mensaje es la exhortación para que al Central Técnico le permitan retomar el alto sitial que como alma mater de la educación técnica le corresponde, como símbolo de una institución ilustre, como tantas otras, de alto abolengo social y de prestigio.

Es el orgullo de miles de jóvenes, que encontraron en sus aulas, laboratorios y talleres el significado del amor por el trabajo.