Epicentro navideño

Kléber Mantilla Cisneros

Solo en un país sin tradición futbolística y plagado por escándalos de corrupción se puede aceptar como regalo de Navidad que la autodenominada Liga Pro aumente el cupo de extranjeros en los equipos del fútbol local. Burlonamente, es desconocer la marginalidad de nuestra juventud, la pobreza porteña y andina; el desempleo en barrios atestados de deportistas y de una niñez a la espera de oportunidades que los aleje del narcotráfico y de esa industria oculta de la migración. De la destrucción masiva de empleo causada por la inteligencia artificial y la recesión mundial.

Tal vez, el espíritu navideño comenzó al celebrar la tradición más antigua del planeta mirando los goles de Argentina en la masacre de penales y brillar la ética de Messi. Los festejos contagiosos trasmitidos a la infancia y a generaciones enteras; desde Buenos Aires al mundo. No así, por acá, una dirigencia llena de egoísmo y estupidez malsana lanza balones denigrantes y humillantes contra niños ya infelices y golpeados por la distopía de la vida, que no logran gambetear a la maldita política cotidiana ni a la desigualdad creciente.

En contexto, la Navidad son niños cantando, sonriendo y jugando. Una fecha que se conmemora con una misa y regalos por la llegada del niño Dios. Y, como quien se prepara para terminar el año con alegría; el fútbol en los niños, podría ser expuesto como una esperanza y mensaje sanador. Algo que siembre en la mente y el corazón de todos, una actitud. Una opción que reemplace los fracasos de la educación pública y anule la demagogia de los politiqueros de siempre. Pues, con el fútbol aprendimos que si estamos tristes es bueno jugar y si estamos felices también.

La Nochebuena es un acontecimiento esperado con ansia por los niños, cual epicentro navideño con Enner Valencia. Una espera de horas y días para una fiesta que como en el fútbol requiere intensidad, imaginación, euforia y optimismo. Por eso, la autoridad, los pesos y contrapesos del fútbol, tienen que pensar en el mejor regalo para la niñez ecuatoriana. ¡Que pare de una vez la llegada de extranjeros a nuestro fútbol!

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