El gran operativo de regreso

Pablo Escandón Montenegro

Regresar de unas vacaciones de fin de año fue un suceso inesperado. Luego de programar la salida a la hora fijada para prever una llegada aproximada a las dos de la tarde, el viaje se prolongó hasta las diez de la noche.

Cuando fuimos a Cuenca, todos los fotorradares entre Riobamba y Chunchi funcionaban a la exageración y las señales cambiaban súbitamente de sesenta a treinta kilómetros por hora y en cuestión de cinco segundos debíamos bajar la velocidad para no salir en la foto.

Así, con sorpresas por la ‘radarización’ y ausencia de personal de tránsito en las carreteras, el viaje de ida transcurrió sin novedad, pero el regreso fue sorpresivo: salvo una patrulla entre Alausí y Chunchi, no hubo más presencia policial hasta Quito.

La entrada a Riobamba fue un desastre: tránsito acumulado en la zona de la entrada sur en dirección al norte y ninguna ayuda oficial para aligerar el tránsito; solo ahí, perdimos una hora de viaje, lo cual toma entre veinte y quince minutos, máximo.

La salida norte tampoco estuvo exenta de tránsito pesado y las aplicaciones de mapas indicaban demoras de entre veinticinco y treinta minutos más hasta llegar a Ambato, con lo cual el tiempo entre capitales de provincia se hizo en una hora y media, pero el tránsito fluía sin presencia de agentes ni Policía Nacional.

El colmo fue entre Ambato y Latacunga, y en el peaje de Machachi, y en la entrada a Alóag. En cada punto hicimos entre cuarenta minutos y una hora para pasar los peajes o lograr pasar la confluencia de vehículos que venían de la Costa. Parecía el cuento de Cortázar, ‘Autopista del sur’, pero en esta ocasión no había monjas ni la chica del Dauphine, menos aún patrullas ni presencia policial ni de agentes de tránsito; todos eran personajes de ficción ausentes en momentos necesarios.

El fin del feriado no tuvo una programación que coordinara el acceso ordenado o, por lo menos, no tan caótico a la ciudad de Quito. Las estaciones de peaje estuvieron atiborradas de usuarios desesperados por pasar y hubo más vendedores ambulantes que cobradores en los puntos.

Empezamos 2023 con una anécdota para recordar, pero es ya un punto negativo para los municipios que asumieron las competencias de tránsito y una mancha más a la Policía Nacional por no estar en las carreteras.

¿Dónde estuvo el ‘Capi’ Zapata? ¿A dónde se fueron de feriado los agentes de la AMT? ¿Por qué desaparecen los agentes municipales de tránsito cuando mayor es la necesidad?

En Gualaceo, al entrar a la ciudad, junto al primer semáforo, se encontraba un agente municipal de tránsito parado, y cuando salimos lo había relevado una mujer agente, que no hacían nada, solo estaban designados en ese sector, como castigo o reprimenda, porque solo estaban allí… pero en el feriado ni semáforo ni agentes.