Dialogar con la razón

Rodrigo Contero Peñafiel

Para permanecer cuerdo en un mundo irracional nunca se debe entrar en un diálogo de locos. Muchas personas se ponen nerviosas, exageran o exigen cosas que no tienen sentido ni razón y que, a veces, son imposibles de conceder. Lo importante es no entrar en su dinámica, no discutir en los mismos términos ni exigencias, que ellos aplican, puesto que en ese momento todos se desvían de la realidad. Querer razonar con quienes temporalmente no están en sano juicio por ambición, oportunismo o venganza no es razonable ni conveniente.

Cuando alguien pierde los estribos porque no puede soportar la realidad, el tiempo o la conveniencia de resolver un problema, no vale la pena iniciar o continuar en una disputa sin sentido; y, tampoco es necesario amargarse por ello. En ese momento nadie entenderá de las buenas relaciones ni del diálogo sano y abierto porque estarán empleando argumentos irracionales y se dejarán llevar por ellos hasta empeorar las cosas, donde todos saldrán perdiendo y las relaciones quedarán indispuestas por siempre.

Todos tenemos experiencias positivas y negativas de diálogos conscientes e irracionales que han fracturado las relaciones de trabajo, amistad o familia. Es nefasto intentar dialogar con alguien que se predispone al resultado, las relaciones empeoran porque ese diálogo está viciado de incomprensiones y agresiones desde su comienzo. Cuando se parte de premisas erróneas no se puede llegar a conclusiones válidas, al contrario, predomina el criterio de que: esto es terrible, insoportable, inadmisible, intolerable, no sé cómo trabajas conmigo, eres mi amigo o mi familia, no debíamos habernos conocido nunca.

Sin embargo, es posible influir intentando que desfoguen su cólera, agresividad o envidia con mucha paciencia, sentido del humor, surrealismo y un poco de psicoterapia; es decir, responder con algo que no tiene nada que ver con el tema de la discordia, simulando que todos hemos perdido la razón. Así podrán disipar el odio infundado, se ubicarán en la realidad, entraran en razón y se podrá retomar el diálogo en otra ocasión. Si se pone empeño y un poco de paciencia, es posible que las personas vuelvan a dialogar con la razón.