Estupidez

Matías Dávila

Matías Dávila

El ser humano —en general— normaliza la estupidez con ‘simpática’ naturalidad. Hacemos cosas tontas porque el resto las hace, porque la ‘norma’ nos las exige o porque históricamente se han hecho así. ¿Y el sentido común? En el sistema educativo se premia al que sigue las reglas, no al que trata de romperlas: ese —el disidente— es el malo de cualquier película.

En la Jura de la Bandera, un evento que hacemos año tras año porque todo el mundo lo hace, cantamos: “Por Dios juro sagrada bandera en el aire, en el mar y en la tierra, en la paz y en la horrísona guerra, defenderte hasta airoso morir”. ¿Usted moriría airoso por la bandera? ¿Estaría contento de dar la vida de uno de sus hijos para que flamee en el cielo el tricolor nacional? ¡Yo no! Me imagino que esto me hace ‘el malo’ y lo asumo con gallardía, con civismo, con orgullo. El otro día me enteraba de cómo los sacerdotes lanzan agua bendita al armamento para bendecirlo, ¿es en serio? La iglesia de Cristo, ¿está dispuesta a bendecir las armas con las que se mata?

Un político nos ‘vende’ su plan. Cualquier hijo de vecina viene, nos promete bajarnos la luna y luego, ya en el cargo, ‘si te he visto, no me acuerdo’. A esta estupidez nosotros la llamamos ‘representación’, ‘democracia’. ¿Nos representan o se representan?… sincerémonos.

Legalizamos el tabaco y el licor, y no la marihuana… El daño que causa el licor, en adolescentes por ejemplo, es tan brutal que cuesta creer que para unas cosas somos puritanos y para otras somos tan ‘de vanguardia’. El tabaco mata a 19 ecuatorianos al día: ¿no les dice algo la cifra? 7 mil muertos al año y aquí no hay emergencia nacional, no hay carnet para entrar al supermercado ni nada… ¿es en serio? ¿Acaso este no es un buen negocio para las farmacéuticas y es por eso que no se hace?

Y podría escribir un periódico entero y no diría nada nuevo que usted no sepa. El punto es: ¿Qué tiene que pasar para que dejemos de normalizar la estupidez?