Circo y política

César Ulloa

 El pueblo no necesita circo, mucho menos peleas al peor estilo del coliseo romano. La población necesita decencia, mejores condiciones de vida, políticos que actúen con sensatez, conocimiento y ética. Entonces, quienes creen que el Ecuador debe convertirse en un circo están desorientados en sus propios laberintos de irresponsabilidad y ridiculez. En ese sentido, ¿quiénes les ha dicho a los honrables de la Asamblea, así como a los de las demás funciones del Estado, que nos gusta sentirnos avergonzados dentro y fuera del país, debido a sus caprichos y dosis de ignorancia? Deberíamos preguntarnos quiénes ganan con el caos político, la inseguridad y el miedo. La respuesta es sencilla, pero nadie se atreve a decirlo con todas sus letras.

Desde hace tanto tiempo duele muchísimo lo que sucede en nuestro país. Los medios de comunicación y las redes sociales nos alertan sobre el estado de salud de nuestra democracia y el tejido social. ¿Qué hicimos para llegar al estado de descomposición en el cual vivimos? 0, mejor dicho, ¿qué dejamos de hacer o nunca hicimos para llegar al punto en el que nos encontramos? En la actualidad, los únicos ganadores son los violentos, los antidemócratas, los jefes de los negocios sucios y los que se ponen al lado de la complicidad del crimen organizado y se hacen de la vista gorda con las consecuencias de la delincuencia común.

Nadie, en sus cinco sentidos y con una mínima sensibilidad, se negaría a ser parte de un gran acuerdo nacional para combatir la inseguridad, crear empleo, mejorar los servicios básicos y adecentar la vida. Entonces, nos resulta fácil identificar a quiénes no les interesa la convivencia pacífica, proponer alternativas y combatir la corrupción. Por último, la complejidad de la situación que atravesamos nos obligará a sentarnos a la mesa, pues la violencia y el miedo atraviesan a la sociedad, indistintamente de la condición socioeconómica, formación, origen y etnia de las personas. Estamos a tiempo de que el país no se vaya de las manos debido a intereses estériles que nos están llevando más cerca del despeñadero.