Casos de éxito

En el esfuerzo de comprender la problemática de la Desnutrición Crónica Infantil (DCI) he leído algunos informes de la Fundación Esquel, de Berenice Cordero y otros. El objetivo, más allá de la sensibilidad que puede generar conocer del abandono de la infancia en nuestro país, es asumir el elemento medular para el desarrollo del Ecuador: tener niños y niñas sanos, seguros, inteligentes y felices.  Este debate corresponde, sobre todo a quienes nos gobiernan o aspiran a hacerlo.

La desinstitucionalización democrática del Ecuador es dramática, pero un tema tan relevante para nuestro presente y futuro como combatir la DCI debe convertirse en un asunto de Estado. Y es interesante observar lo que pasó en otros países de la región.

Desde la última década del siglo XX, Brasil presenta una tendencia a la baja en indicadores de desnutrición infantil y de su población en general. Se atribuye gran parte del éxito a los siguientes factores: escolaridad materna, poder adquisitivo de la familia, atención de la salud materno infantil y cobertura de los servicios de abastecimiento de agua y saneamiento (Cordero, 2022).

En Chile, en cambio, se fortaleció el cuidado de la primera infancia en materia de nutrición y desarrollo. A través de una política pública integral llamada ‘Chile Crece Contigo’, prevé un programa de salud multidimensional desde chequeos prenatales hasta los primeros 4 años de vida. Este exitoso programa vigente desde 2009, amplió su cobertura en 2018 y muestra que una política pública puede perdurar sin perjuicio del cambio de gobierno.

Desde 2007, Perú busca combatir la pobreza y la desnutrición infantil con la Estrategia Nacional CRECER, cuyo éxito, permanencia y resultados se deben básicamente a dos factores: además de distribuir alimentos se garantizó el acceso a agua limpia y se capacitó en mejores prácticas de cocina e higiene; y se involucró también al sector privado y a la cooperación internacional.

Estos tres casos de éxito en países cercanos, evidencian que, pese a dificultades institucionales y escasos recursos, sí es posible promover una política de Estado para combatir la desnutrición infantil.

Esta política deberá comprometernos a todos los actores del Ecuador y, sin restar la responsabilidad de los gobiernos, invito a sumarse a esta gran cruzada al sector empresarial y productivo, a la academia, los colegios profesionales, a los medios de comunicación y a todo el resto de actores de la sociedad civil. Se trata de nuestra infancia y de nuestro futuro.