A propósito del debate

Ugo Stornaiolo

Si los ciudadanos esperaban este debate para decidir su voto, quedan más inquietudes que certezas. La obligatoriedad del requisito lo hizo rutinario. Quienes formulan las preguntas, con las mejores intenciones, no lograron el equilibrio entre las temáticas abordadas (demasiadas) y las preguntas.

El formato del debate estuvo mal elaborado. Los candidatos tuvieron poco tiempo para hacer propuestas, con muchas interrupciones y dos moderadores que fallaron, especialmente Gisella Bayona, desbordada por las emociones, los nervios y la carga de responsabilidad que se le asignó, por su inexperiencia.

La confusión llegó a los candidatos, como el desatinado Bolívar Armijos, quien mostró lo que se sospechaba: busca mejorar su hoja de vida. Sus preguntas y respuestas eran desconcertantes. Si sus números en las encuestas eran bajos, han desaparecido, como pasó con Xavier Hervas, que de ser el ‘outsider’ de las elecciones de 2021, hoy es comparsa con un discurso lleno de lugares comunes.

Del resto de candidatos hay que extraer conclusiones. Jan Topic aprovechó la oportunidad de hacerse conocer, con datos y estadísticas sin dejar de hablar de su tema estrella, la seguridad, pero no parece tener opciones, aunque el debate lo posicionó, como al joven Daniel Noboa, quien demostró ser una opción para el futuro: fue la revelación del debate.

Luisa González lució exasperada y desesperada, buscando atacar a sus oponentes. No tiene carisma televisivo (su mentor es lo contrario). Recurrió siempre a volver al pasado (“ya lo hicimos”) y a un tema controvertido: la Refinería del Pacífico -que solo vio Jorge Glas- en un terreno aplanado y emblema de la corrupción de la década perdida. Dijo la candidata que un pasado gobierno fue “cero coimas”, pero la historia dice lo contrario.

A Sonnenholzner se lo vio seguro de lo que dice y de lo que hace, pero aún no aterriza las ideas que tiene con su propuesta, que es lo que se esperaba de él. Yaku Pérez mostró soltura en el tema que domina, el ambiental, pero estuvo débil en las otras áreas, aunque fue el único que planteó propuestas y políticas públicas.

Se sintió mucho el ‘atrio vacío’ que debía ser ocupado por el asesinado Fernando Villavicencio, donde él hubiese demostrado -con pruebas- el daño que los políticos y el narco le han hecho al Ecuador por décadas. Ese espacio difícilmente lo llenará su colega y amigo Christian Zurita a quien el destino puso en ese lugar, pero sin participar en un debate que queda como la idea de ser una formalidad legal por cumplir y nada más que eso.