Al Ecuador le sobran problemas reales

Discutir quién ganó o quién perdió con la consulta popular, a estas alturas, no es más que una pérdida de tiempo. Aunque a la clase política le cueste aceptarlo, la ciudadanía no le dio mucha importancia. El ausentismo rebasó ampliamente el promedio histórico —un preocupante síntoma de hastío— y el desconocimiento acerca de las preguntas fue mayoritario. La breve y parca campaña, el carácter técnico, labioso e hiperespecializado de varias preguntas, y la selección arbitraria y excesiva de temas hicieron de la consulta popular un evento creado por políticos que les interesaba solo a ellos.

Concluída esta contienda, bien harían las autoridades del país en volver a poner los pies sobre la tierra. Ecuador atraviesa una profunda crisis que amenaza incluso con consolidarse en un retroceso permanente en las condiciones de vida de la población: no existen mayores avances al respecto de la desnutrición crónica infantil; calidad del agua o acceso, siquiera, a la misma; el sistema de educación produce miles de adultos que apenas pueden llamarse ‘alfabetos’, los servicios básicos son deficientes en las urbes y, casi inexistentes, en ciertas periferias. Tenemos un Estado desfinanciado, descomunales atrasos con proveedores del Estado; experimentamos una nueva ola migratoria que, además, no conjuga las oportunidades en el exterior con el rampante desempleo local.

Mientras la ‘nueva’ alta política se vio triunfante y celebró -en plena ley seca- con vista a un campanario capitalino, la consulta quedó atrás y la realidad nos da a todos en la cara. Ahora sí, la ciudadanía necesita ver gente verdaderamente competente al mando y soluciones concretas que mejoren su vida, aunque sea de a poco.