De memes

Rocío Silva

A los memes se les ha considerado como productos comunicacionales propios de las redes sociales, y que llegan a miles de personas, su contenido esencial es el entretenimiento, si se los ve objetivamente, se puede decir que los memes reflejan los imaginarios construidos y visualizados en escenarios sociales, culturales y políticos.

La diferencia entre el meme virtual y el meme viviente, es que los primeros en apariencia son triviales y contribuyen a articular discurso público, en el que se reflejan estados de opinión; los segundos -los memes vivientes- son de total peligrosidad, porque validan su ausencia de escrúpulos en que tienen adeptos y seguidores obnubilados que se vinculan a comportamientos burdos alejados de la conciencia y realidad social.

Es decir, un meme es una caricatura creada por alguien, y en el escenario político ecuatoriano se han visibilizado los más grotescos memes vivientes, por citar algunos: el versátil Yunda, la científica Guamán, el solitario Iza, el trasnochado Yaku, el superhéroe Carrión, la defensora Schettini, el poeta Celi, los inefables Bucaram, el visionario Salcedo, la sin-gluten Ocles, el leal Falconí, el poliglota desmemoriado Vargas, etc.

Lamentablemente, los memes son una realidad que deben ser enfocados desde una semiótica y retórica más compleja, en el caso de los memes señalados de manufactura ecuatoriana, hay en ellos un ingrediente común que es el cinismo, mienten con el más grande descaro, defienden sus prácticas y comportamientos de la  forma más desvergonzada, impúdica y deshonesta, siempre tienen una justificación a sus acciones y lo más contundente, es que esos memes vivientes son los dueños de la última palabra; al tal punto que no les interesa la aprobación o desaprobación externa.

Es tal, la desfachatez de esos personajes grotescos, que van acabando con la capacidad de asombro de los ecuatorianos, al punto que seguimos los juicios políticos de la Asamblea, transmitidos en las redes sociales, con la misma pasajera emoción con la que vemos una novela turca, sin embargo, con la poca capacidad de asombro que nos queda, le apostamos con la esperanza como último refugio a que las sentencias se acoplen a la ética.  [email protected]