Estoicos en política

Ana Changuín Vélez

En la vida y en la política, la ilusión de control puede ser especialmente seductora. Nos vemos envueltos en debates acalorados, decisiones importantes y la influencia de quienes nos rodean, creyendo erróneamente que podemos moldear el curso de todos los acontecimientos. Sin embargo, el pensamiento estoico nos enseña una verdad fundamental: hay ciertas cosas que simplemente están fuera de nuestro control.

Los filósofos Séneca, Marco Aurelio y Epicteto nos dejaron valiosas lecciones sobre la naturaleza de la vida y el funcionamiento del mundo. Nos enseñaron a distinguir entre lo que está en nuestras manos y lo que no. Su pensamiento se basa en la importancia de la virtud, la autodisciplina y la serenidad mental.

En el ámbito político, esto implica reconocer que, aunque podemos participar en el proceso democrático, influir en el debate público y trabajar arduamente por el cambio, hay fuerzas externas que pueden mover el panorama y trastocar una agenda, incluso cuando las intenciones son nobles y las acciones están revestidas de fuerza.

Desde las decisiones de los líderes mundiales hasta las complejas dinámicas coyunturales en Ecuador, pasando por las fluctuaciones económicas y los desafíos ambientales, nos enfrentamos a una multiplicidad de factores, incluyendo afectos y desafectos, que escapan al control individual.

Aceptar esta verdad puede ser difícil, sin embargo, abrazar el pensamiento estoico en política, y particularmente la ataraxia o serenidad mental, nos permiten adoptar una perspectiva más amplia y equilibrada, permitiéndonos actuar con mayor claridad de juicio.

Al reconocer lo que está más allá de nuestro control, podemos liberarnos del peso de la preocupación y la ansiedad política. Es momento de replantear la estrategia y considerar nuevas formas de abordar los desafíos. Tal vez sea necesario acercarnos a los oponentes para encontrar puntos en común, o considerar la posibilidad de abandonar una lucha y fortalecernos. Esta flexibilidad y adaptabilidad son esenciales para el éxito a largo plazo en el ámbito político y social.

Soltar no equivale a rendirse frente a los obstáculos, sino aceptar la realidad política tal como es y trabajar dentro de esos límites. En este proceso, descubrimos una sorprendente paradoja: al liberarnos de la necesidad de control absoluto, encontramos una mayor capacidad de replantear la estrategia; y, no menos importante, paz interior derivada del deber cumplido.