Apariencias

Ángel Polibio Chaves

En el vestíbulo del edificio de la Contraloría General del Estado en Quito, se puede mirar una serie de artículos que el ex Contralor había recibido de diferentes personas, instituciones o empresas y que creyó conveniente que se exhiban como muestra de desinterés y honestidad.

Con el mismo propósito, el economista Correa dispuso que en Carondelet se monte un singular museo, con todos aquellos obsequios que habían llegado a sus manos, a fin de que quienes visitaren la Casa de Gobierno tuvieren la oportunidad de verlos como testimonio de la honestidad del jefe de la revolución ciudadana.

Lamentablemente, no ha transcurrido mucho tiempo para que afloren múltiples denuncias que, por lo menos dejan en entredicho, tal proclamada y nunca suficientemente ponderada honestidad.

En efecto, en el primer caso, se ha denunciado la percepción injustificada de enormes cantidades de dinero que, se supone, tenían el propósito de que se oriente convenientemente las labores de control y se deje sin rastro manejos fraudulentos de las empresas, personas e instituciones “donantes”.

Los enormes negociados que se han puesto de manifiesto en el ámbito del petróleo, de las centrales hidroeléctricas, de las refinerías y otras áreas “estratégicas”, al amparo de oportunos decretos de emergencia, dejan en entredicho la honestidad del “jefe de todos los jefes”, pues resulta sospechoso por decir lo menos, que el jefe supremo, que tenía conocimiento cabal hasta de pequeños detalles del quehacer de su gobierno, de lo que se ufanaba en los famosos enlaces ciudadanos, no hubiere conocido que sus colaboradores actuaban al margen de la ley y se marginaban enormes cantidades de dinero en cada contrato o negociación.

La probidad se demuestra a través del testimonio de una vida; por eso resulta impúdica la exhibición de los regalos como demostración de pulcritud y honradez, pues no pasa de ser deleznable apariencia.