Ambato, 72 años de renacer día a día

Para Ambato todavía sigue latente lo ocurrido el 5 de agosto de 1949. Fecha en la que se marcó un antes y un después de la fuerza e ímpetu de los ambateños y tungurahuenses.

El terremoto, de 6.8 en la escala sismológica de Richter, que se originó de acuerdo a las últimas investigaciones del Instituto Geofísico del Ecuador, en una falla al sur del Nido Sísmico de Pisayambo, aproximadamente a 20 kilómetros nororiente de Pelileo, con una profundidad menor a 15 kilómetros, remeció con tal fuerza que dejó un estimado de 5 mil muertos.

El movimiento telúrico se sintió en Tungurahua, Chimborazo y Cotopaxi.

El área afectada por el terremoto sería de alrededor de mil 920 kilómetros cuadrados. Las ciudades con mayor destrucción fueron Pelileo 100%, Píllaro 90% y Ambato 75% en Tungurahua, y Guano 80% en Chimborazo.

En las varias investigaciones realizadas por José Egred, se pudo determinar que el movimiento telúrico dejó grandes grietas en el terreno y derrumbes, así como voluminosos deslizamientos en montes y caminos de toda la región.

En Pelileo, especialmente en el sector de La Moya, se evidenció un cambio en el paisaje.

Además, brotaron nuevas fuentes termales y algunas modificaron sus caudales y temperatura, mientras otras desaparecieron temporal o definitivamente.

 

CIFRAS

  • 5.050 Muertos Fue el registro dado por el Servicio Geológico de los Estados Unidos.
  • 100.000 Personas  Se quedaron sin hogar.
  • 120 Heridos  De gravedad fueron llevados por avión a Quito, de ellos cinco murieron.
  • 2 Millones De dólares era el estimado de pérdidas.
  • 15 Días La ciudad no contó con servicio de energía eléctrica de manera regular.
  • 10 Meses  Fue el tiempo en el que los ambateños tuvieron que vivir en chunganas (carpas hechas de costales de cáñamo).

 

Historia

Conversaciones de cómo habían pasado la mañana, las actividades que se tendrían que realizar en la tarde, eran las que entablaba la mayoría de las familias ambateñas durante la sobremesa del viernes 5 de agosto de 1949.

El reloj marcaba las 14:00 cuando se sintió el primer movimiento y tan solo unos minutos después la tierra parecía que quería tragarse todo lo que estaba sobre ella.

Los gritos de desesperación se combinaban con el llanto de los niños y la enorme polvareda que se levantó a causa del remezón.

Fue alrededor de un minuto que sumió en el terror y desesperación de los pobladores de las localidades donde se sintió el terremoto.

Los pobladores de Pelileo, Píllaro, Baños, Salcedo, Guano y Ambato sintieron que este fue el tiempo necesario para que sus vidas cambien por completo.

Destrucción

Pelileo se destruyó por completo, los historiadores mencionan que el cantón fue reducido a escombros y había pocos sobrevivientes.

En Ambato parecía que la noche llegó, pues la ciudad se oscureció por la gran cantidad de polvo que surgió a raíz de la sacudida que provocó desprendimientos de las montañas, caída de casas, y grietas en los pisos y paredes.

Pero las cosas no se quedaron ahí, pues según los sobrevivientes la noche de ese viernes llovió fuertemente, lo que agravó la situación de las centenares de familias que se apostaron en parques y plazas para refugiarse, pues en muchos casos ya no tenían casas y en otros las infraestructuras estaban tan comprometidas que era mejor estar fuera para salvaguardar sus vidas.

Hace 72 años el acceso a la comunicación era limitado, por ello la ayuda no llegaba como era esperada. Sin embargo, un par de horas luego del terremoto gracias a la afición por la radio de los señores López Garzón, que contaban con un pequeño equipo, se pudo dar a conocer a nivel nacional que Ambato se encontraba en escombros, así lo cuenta Ernesto Sánchez López, que en esa época tenía 18 años.

Recuerda que en la escasa señal se hablaba de que en Ambato la destrucción era grande. El patrimonio arquitectónico- religioso se había perdido en su totalidad, pues las iglesias de la Matriz ahora Catedral, Santo Domingo, La Merced, estaban reducidas casi a escombros.

Pero eso no aplacó la fe de los ambateños que en cada rincón de la ciudad empezaron a elevar plegarias por los muertos, los heridos, por los sobrevivientes y porque la tierra deje de temblar.

Un rezo general se escuchaba en la ciudad “aplaca Señor tu ira, tu justicia, y tu rigor por los ruegos de María misericordia Señor”, con él buscaban darse consuelo para afrontar la gran pérdida sufrida.

Según los datos expuestos en los libros de historia se relata que en la iglesia de la Matriz murieron más de 100 personas, entre mujeres que se hallaban rezando, los niños que se preparaban para la primera comunión, los hombres del Santísimo Sacramento y padres de familia.

Pero las pérdidas también alcanzaron a los clérigos, pues en el mismo lugar murieron cuatro sacerdotes, el vicario general padre Aguirre, el padre Juan Bautista Palacios, el sacristán Antonio Vargas, tres seminaristas y un lazarista.

El sábado 6 de agosto de 1949, por la lluvia se produjo un deslizamiento de tierra de gran magnitud desde los cerros del Casigana, de Palama en Ambatillo, Aguaján, Las Viñas, Ficoa, Pinllo, Atocha y La Victoria.

“Es una de las peores experiencias que hemos vivido, pero logramos sobrevivir y ahora con el corazón fuerte y aguerrido seguimos haciéndole frente a la vida que ahora nos puso de frente a la pandemia”, dijo Luis Mantilla, sobreviviente del terremoto del 49’ y ahora del Covid-19 .

 

Como el ave fénix

Luego del terremoto la recuperación fue lenta, sin embargo, los ambateños jamás se dejaron doblegar y de a poco fueron levantándose de entre las cenizas que dejó el terremoto de 1949.

Desde ese entonces en la ciudad le dan gracias a Dios y a la vida por poder resurgir de entre los escombros. Con ese espíritu valiente los socios del Centro Agrícola impulsaron la celebración de la primera Fiesta de la Fruta y de las Flores, que se llevó a cabo el 17 de febrero de 1951.

La celebración se realizó con características únicas resaltando la solidaridad, respeto y entusiasmo de los ambateños, que tan solo dos años luego de ser devastados por el terremoto le mostraron al mundo entero que su voluntad no se iba a quebrantar jamás.

 

“Lo que jamás nos faltó fue el ánimo de querer levantarnos otra vez”

A sus casi 87 años, con los problemas propios de la edad, Celina Silva todavía recuerda lo vivido el 5 de agosto de 1949.

Como todos los días, a las 07:00, salía con su hermana a coger hierba y leña para los animales y la cocina. Acabada la labor regresaba a su casa cuando empezó el terremoto.

“Desde la hondonada donde estaba con mi hermana se veía como los cerros se juntaban y el sonido hacía parecer que ellos aplaudían, todo se oscureció y pensamos que ahí íbamos a morir”, señala.

No recuerda el tiempo exacto que estuvo en el lugar, pero para ella fueron horas que se le hicieron una eternidad hasta poder regresar nuevamente a su casa.

“En mi casa mi mamá lloraba porque creía que estábamos muertas, pero por la voluntad de Dios todavía estoy aquí”, dice mientras agarra su jarro de fierro enlozado que está junto a la silla de su cuarto.

Recuerda que luego del terremoto la recuperación fue dura, “por muchos meses tuvimos que vivir en carpas porque todo se vino abajo, pero lo que jamás nos faltó fue el ánimo de querer levantarnos otra vez”, finaliza Celina Silva, quien tenía 15 años el día del terremoto.

 

Ciudades –  Destrucción

  • Pelileo 100%
  • Píllaro 90%
  • Guano 80%
  • Ambato 75%

 

“Jamás voy a olvidar como lloraba mi mamá”

La memoria del terremoto ahora, con 85 años, es borrosa, pero el sentimiento sigue siendo el mismo. Eso se refleja en las lágrimas que empiezan a resbalar por el rostro de Luis Mantilla, mientras cuenta que ese día estaba en casa almorzando con su familia.

“Yo en las tardes ayudaba en el terreno en la casa y estaba terminando de comer para ir a las labores, pero Dios quiso otra cosa ese día. Es duro recordar a esta edad, pero jamás voy a olvidar como lloraba mi mamá, desesperada por no saber qué hacer con sus tres hijos, yo era el mayor y solamente podía coger a mi hermano más pequeño para que se tranquilice “, dice Luis.

Cuenta que la ayuda no llegó rápido y que la gente se desesperaba por tener cómo abrigarse y comer, sobre todo por los niños, quienes a esa edad no entendían qué era lo que estaba pasando.

Ahora 72 años, luego le ha tocado vivir la pandemia a causa del Covid-19 y señala que la angustia es similar, pero sabe que el mismo espíritu de ambateñía va a ayudar a la ciudad y su gente a salir adelante.

 

“Esto nos enseñó que el trabajo, siempre y cuando sea honrado, es una gran bendición”

“El terremoto nos cambió la forma de vivir. Pasamos meses en carpas, pero eso nos motivó a seguir adelante, a no dejarnos vencer y a entender que el trabajo y esfuerzo mancomunado era lo único que nos podía ayudar a salir adelante”, cuenta Susana Freire, sobreviviente del terremoto.

Ella recuerda que luego del terremoto, con tan solo 9 años, acompañaba a su mamá a vender empanadas, ayudar a limpiar escombros, o lo que asomara para poder ganarse la vida.

“Esto nos enseñó que el trabajo, siempre y cuando sea honrado, es una gran bendición y eso fue lo que les transmití a mis hijos, quienes siempre han sido hombres y mujeres de bien dejando en alto el nombre de la familia y de Ambato”, menciona Susana, quien a sus 81 años dice que le agradece a Dios haber nacido en esta tierra.