Escribió su historia a comienzos del siglo pasado

Escribió su historia a comienzos del siglo pasado
Corrida. Tarde de toros en la Plaza Belmonte con gran cantidad de público que llena los tendidos.

Por Santiago Aguilar •


En los primeros años del siglo pasado, la actividad taurina en Quito creció en forma rápida y constante. Los aficionados participaron con el entusiasmo de los espectáculos que se desarrollaban en las plazas Larrea y Guangacalle, pequeños escenarios que pronto coparon su capacidad y cumplieron su vida útil. De hecho, la primera operó un lustro, hasta 1905, y la otra, desde aquel año hasta 1919.


A la par de los últimos festejos celebrados en Guangacalle se empezó a construir la Plaza de toros Belmonte, que en aquel tiempo se constituyó en una de las edificaciones más importantes y mejor logradas. La plaza, con capacidad para tres mil espectadores, se levantó en la calle Antempara del barrio de San Blas. Abel Guarderas Murillo fue el promotor, quien concibió al coso como un coliseo para diversas actividades, más allá de las taurinas. De hecho, en su ruedo se celebraron actividades deportivas, bailes populares, retretas e inclusive concentraciones políticas.


La Plaza de Toros Belmonte abrió sus puertas en 1919 conla participación de los toreros españoles Francisco Bonar ‘Bonarillo’, hijo del famoso matador sevillano Francisco Bonar y Casado y Morenito. Esta corrida fue antecedente de la brillante tarde inaugural que contó con la presencia de una de las figuras más importantes de aquellos años: Manuel Mejías Rapela, ‘El Papa Negro’, según refieren las crónicas de la época:
“…Con él estuvo José Rodríguez Báez ‘Litri’. Las cuadrillas encabezaban Joaquín Pérez ‘Pechuga’, español, y Juan Elguedo, colombiano (…). El mal juego del ganado desató el disgusto del público, tanto que inaceptable, pero cierto, numerosas botellas fueron lanzadas al ruedo. Los días 13 y 19 de septiembre Bienvenida toreó de nuevo en la Plaza Belmonte con notable éxito”.


De allí en adelante, las corridas se repitieron con la participación de un largo listado de toreros de diferente capacidad y fama, al punto de que el gran Rafael Gómez ‘El Gallo’ pasó por el ruedo de la Belmonte en 1925. El diestro local que más importancia tuvo en esa época fue nada más ni nada menos que Max Espinosa ‘Marinero’, quien debutó como banderillero en la tarde inaugural.


Cinco años más tarde se llevó a cabo la denominada ‘Corrida Quiteña’ a la que se refiere el historiador Fernando Jurado Noboa: “Como despedida de la Belmonte se dio este episodio en el que participaron tres diestros españoles: Alejandro Arrieta, el rejoneador Miguel Cuchet y Eladio Amorós, el ganado fue de la hacienda Antisana”.


El caso es que la Plaza de Toros Belmonte, aún en funcionamiento, fue el centro de la afición taurina quiteña. Su intensa agenda determinó el crecimiento de la afición al punto de que pronto se emprendió en la construcción de una nueva plaza: Las Arenas de Quito.