Día del Abogado

JURISTA. Emily Torres Larriva.

Por: Emily Torres Larriva

 En esta fecha, estamos convocados a analizar el génesis de esta profesión y a reconocer el papel que desdoblamos en la sociedad.

En el año de 1945, en Ecuador, se instituyó que el 20 de febrero se rememore el Día del Abogado, a propósito del centenario del nacimiento de Luis Felipe Borja Pérez, notable jurista y político ecuatoriano.

Evocar el Día del Abogado, me ha dado la oportunidad de mirar atrás, cuando obtuve mi título de tercer nivel: ‘Abogada de los Tribunales de la República’, tenía 23 años, toda la teoría flamante; sin embargo, como jurista novata, la experiencia no era mi fuerte. La pericia diaria en la tramitología no fue materia tomada en las aulas universitarias.

Los sensibles colegas y los compasivos servidores públicos fueron mi segunda academia, y poco a poco aquella joven abogada fue fusionando la teoría y la práctica.

En ciertos casos, me acompañó el recelo, en otras instancias, estaba nerviosa. Con el paso del tiempo, estas emociones me acompañaron como herramientas que me exigían leer, actualizarme y continuar aprendiendo día a día. La práctica profesional también se escribe de días ‘malos’ cuando no logras los resultados buscados, cuando tus defendidos no cubren tus honorarios, cuando los administradores de justicia no son imparciales, sin embargo, son parte de los saberes que nos deja la profesión.

La profesión

En esta fecha, estamos convocados a analizar el génesis de esta profesión y a reconocer el papel que desdoblamos en la sociedad, como protectores de derecho y custodios de justicia. Mantenerse ferviente al designio que cobija este título es imperioso, en momentos de crisis judicial, donde vemos que la imagen de los abogados ha sido minada por las diferentes irregularidades ventiladas en los pasillos de los juzgados.

Una crisis nacional, regional y mundial, que nos llama a retomar los valores y la ética, a volver al origen de la profesión. No podemos dejarnos llevar del sistema y esperar resultados diferentes, de construir y forjar un nuevo futuro para la sociedad está en nuestras manos, quejarse sin acciones nos convierte en cómplices.

Recordemos que: “La Ley más importante, la moral; el mejor abogado, los principios; el mejor juez, la conciencia”.

¡Feliz día, abogados y abogadas de mi país!