Las batallas se ganan a golpes

“Cuando tú escuchas ‘cáncer’, lo asocias automáticamente con la muerte”, sentencia Raúl Barriga de 54 años.

Él tenía una vida normal en Guayaquil junto a su esposa Glenda Chávez y sus dos hijos: Raúl Andrés y María Gracia. Su rutina era como la de cualquier padre, pues dedicaba su tiempo al trabajo y a su familia. De repente, su vida cambió por completo.

“Yo personalmente me sentía un poco impotente, en el sentido de que desconocía mucho de la enfermedad», recuerda Barriga sobre el día en el que le diagnosticaron un tumor maligno de tejido blando en la mandíbula derecha a su hijo de 16 años.

El tipo de cáncer que padece su primogénito es poco común. Según el Instituto Nacional del Cáncer (NIH, por sus siglas en inglés), la incidencia de personas con Rabdomiosarcoma embrionario es de 1,5 casos por millón de adolescentes. En Ecuador no existe un registro de casos de esta afección.

La incertidumbre de una enfermedad poco común invadió el corazón de este padre. Las quimioterapias empezaron y consigo, el sufrimiento también. “El primer tratamiento de quimioterapia fue realmente muy doloroso para mí como padre porque jamás había visto sufrir a mi hijo de esta manera”. Esas palabras se escuchan con un tono de voz quebrantado. Él asegura que lo más duro de este proceso fue ver cómo su hijo padecía del dolor y cómo se volvía débil a tal punto de no poder caminar.

La situación se complicó, puesto que la enfermedad se la detectó en junio de 2020, en medio de la pandemia por la Covid-19. Con el sistema de salud colapsado, las consultas médicas y las cirugías fueron suspendidas por aproximadamente dos o tres meses. A sus problemas se sumó el hecho de que Solca “jamás había tratado un caso similar”. Para este padre, el tiempo es el peor enemigo en estas circunstancias, por lo que empezaron a buscar un tratamiento fuera del país para salvar la vida al mayor de sus hijos.

Estados Unidos y España eran las mejores opciones para el joven Raúl Andrés. Sin embargo, los costos del tratamiento en España eran más asequibles para la familia. Por el momento, este padre es el sustento económico del hogar, pues su esposa es psicóloga y tiene citas ocasionalmente. “Tuvimos que vender cosas, tuvimos que endeudarnos, hicimos rifas, pero creo que desde el punto de vista humano hacemos lo que podemos como padres; lo demás lo dejamos a Dios”, agrega.

La familia ya cumplió cuatro meses en España. Ahora, Barriga divide su tiempo en ser docente universitario, acompañar al hospital a su hijo para que realice su tratamiento y estar al pendiente de su otra hija de 14 años. Su tarea sería más complicada si estuviese él solo, pero cuenta con el apoyo de su esposa.

“Hay un alto en nuestras vidas, hay un alto en la vida de Raúl Andrés, pero esperamos que no sea mucho tiempo y que todo se resuelva favorablemente”, sostiene el padre, con un tono de voz que desborda esperanza. Los planes de este hombre ahora son distintos, pero su motivación es la misma: batallar junto a Raúl Andrés por su recuperación. (ET)

 

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