Conozca las claves para entender el nuevo momento político del Ecuador

13,4 millones de ecuatorianos fueron llamados a las urnas el 5 de febrero.

Los partidos ideológicos nacionales terminaron de desvanecerse. Queda apenas el liderazgo carismático del correísmo, el factor étnico imperante en Pachakutik y una fragmentación en movimientos locales que parece interminable. Las banderas y las ideologías ya son provisionales.

Cuando Ecuador retornó a la democracia, en 1978, abrazó un riguroso sistema de partidos. Hoy, solo 45 años después, ya no existe ninguna de las banderas ganadoras en las elecciones seccionales de aquella ocasión; y de todos los partidos de aquel entonces, apenas quedan tres: dos de ellos —la Izquierda Democrática y el Partido Socialista, sumidos en la intrascendencia, y uno de ellos —el Partido Social Cristiano— con limitado protagonismo.

Semejante extinción masiva no es usual en una democracia; al contrario, lo usual es que el escenario resulte dominado por los mismos actores durante décadas. En las elecciones que acaban de concluir, Ecuador parece haber terminado de sumergirse en un sistema sin partidos ideologías, y mucho menos de alcance nacional.    

Sobran las excusas

Hasta el momento, ninguna fuerza política quiere admitir su declive. Prefieren apelar a juegos estadísticos o trucos retóricos para asegurar que siguen en su apogeo. Algunos, optan por tomar parte en innumerables alianzas o ‘prestar’ el partido a candidatos sin ninguna relación histórica ni ideológica. Otros —como la directiva socialcristiana—, prefieren contabilizar solo el número de dignidades conquistadas, independientemente de la población o de la relevancia de los cantones o provincias.

Los ganadores, además, omiten mencionar siempre su carácter, al final de cuentas, minoritario. En esta ocasión, por ejemplo, tanto de entre las prefecturas de las diez provincias más pobladas del país, como de las alcaldías de las diez ciudades más pobladas, en apenas dos los ganadores superaron el 50% en votación.  

Los grandes ganadores son las fuerzas atípicas. El correísmo participó con el cuarto partido diferente en su historia electoral y con un registro de alianzas a lo largo de su existencia que abarca ya desde la izquierda ecologista radical y el bolivarianismo extremo en sus inicios, hasta recientemente el partido socialcristiano—un procedimiento usual también en otros caudillos de la historia nacional—.

El voto duro que prevalece evidencia, más que una consistencia ideológica, el poder de convocatoria de su líder —el expresidente Rafael Correa— y la eficiencia del mensaje de la ‘defensa de lo público’. 

Propuestas pendientes

A su vez, Pachakutik se mantiene anclado, fundamentalmente, en liderazgos locales.

A nivel nacional, los antagonismos que existen tanto dentro del partido como con la Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie) tornan imposible hablar de una clara propuesta ideológica. A ello, hay que sumarle las posturas y alianzas erráticas que ha mantenido en la Asamblea. A la larga, lo único que parece unir al movimiento indígena es el elemento étnico y una serie de generalidades, como las expresadas por la Conaie en las mesas de diálogo con el Gobierno. 

El Partido Social Cristiano, a su vez, tras perder el bastión en el que desde hace décadas se asentaba su poder, pagar la factura de alianzas erróneas y enfrentar la inminente obsolescencia de su liderazgo, corre ahora el riesgo de convertirse en un partido vacío, desarraigado y moribundo; exactamente el mismo proceso que enfrentaron, en otro momento, la Concentración de Fuerzas Populares, la Democracia Popular y la Izquierda Democrática.

Al igual que sucedió con aquellos partidos, los cuadros relativamente jóvenes y más prometedores del PSC, en los últimos años, han optado por separarse y probar suerte con otras banderas. 

Liderazgos pendientes 

Obviando el correísmo y Pachakutik, los grandes ganadores de esta metamorfosis parecen ser los movimientos locales, que vienen creciendo sostenidamente desde hace más de una década. Es un comportamiento lógico y predecible, en tanto no hay nada en el Código de la Democracia que fomente especialmente la formación de movimientos nacionales. Sin embargo, es inevitable que este mismo sistema —en un país unitario como el Ecuador, con unicameralidad—, produzca en las elecciones nacionales autoridades distantes y poco populares, como sucede con el Legislativo. 

No obstante, la ausencia de líderes o de partidos nacionales no implica, necesariamente, que en Ecuador no existan tendencias o ideologías determinadas. En diversos momentos en su historia política, el surgimiento de una figura ha servido para aglutinar súbitamente grandes corrientes que existían, pero que estaban huérfanas de liderazgo.

Fue eso lo que sucedió con el CFP y Assad Bucaram en los sectores populares de la Costa cuando el velasquismo parecía imbatible, con León Febres-Cordero y la bandera de la centro-derecha en el auge de la Guerra Fría y sus corrientes sociales, o con el propio Rafael Correa al encender a la izquierda en un momento en el que el país parecía irremediablemente atado por la llamada ‘partidocracia’.

Probablemente, hay ideas y tendencias nacionales latiendo este momento en el país, pero solo se tornarán visibles —repentinamente— cuando surjan nuevos liderazgos que las recojan (DMS).

 

Resultados electorales evidencian la crisis en la centro-derecha ecuatoriana