Daniel Noboa y su receta para la alta popularidad

Daniel Noboa Ecuador
El 4 de enero pasado, en Portoviejo, el Presidente lideró el Pacto Social para Emprender. (Foto: Presidencia)

Al mismo tiempo que condensa la atención en él, el Mandatario se expresa poco y bajo sus condiciones. La comparación con gobierno anteriores lo beneficia. 

ANÁLISIS. La larga luna de miel que el presidente Daniel Noboa parece estar manteniendo con el electorado ecuatoriano desafía muchos supuestos habituales en la política ecuatoriana. Su popularidad, que de acuerdo a diversas mediciones permanece alta, se sostiene en una política de comunicación simple y novedosa, y en una gestión de gobierno discreta y concentrada. Aunque apenas lleva pocos meses en el poder, hasta el momento la receta parece estar funcionando. 

Sin eslóganes ni peroratas

Hasta el momento, la política de comunicación del gobierno ha girado única y exclusivamente alrededor de Daniel Noboa. Ello ha implicado dejar fuera algunos elementos y, al mismo tiempo, fortalecer ciertos puntos del mandatario. 

Lo primero ha sido dejar a un lado la diatriba ideológica y la ilusión de un “proyecto”. A diferencia de gobiernos pasados —con sus eslóganes como “la revolución ciudadana”, “toda una vida” o “el gobierno del encuentro”— el régimen actual se ha cuidado mucho de no generar etiquetas de ese tipo.

Las largas proclamas doctrinarias, propias del correísmo o del expresidente Guillermo Lasso a lo largo de su década de campaña, no tienen lugar en la comunicación del gobierno. En la misma línea, al prescindir de una línea ideológica, también ha renunciado a los antagonismos; con excepción de un par de encontronazos más personales que políticos, el gobierno actual no ha exhibido polarización alguna. En el campo diplomático ha sido muy cuidadoso de no manejar un discurso militante, divisivo e ideologizado como el de otras administraciones. 

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Toda la atención está puesta en el Presidente. El partido ha pasado a segundo plano y el equipo de gobierno se ha caracterizado por —con la excepción de la ministra de Gobierno, Mónica Palencia, y del secretario de Comunicación, Roberto Izurieta— cuadros de perfil muy bajo. El mandatario da pocas entrevistas, que suelen ser amigables.

Sus apariciones y pronunciamientos públicos son escasos, y, en momentos determinantes, prefiere emplear sus redes sociales para dictar el momento y el tono de las declaraciones. A diferencia de sus predecesores, no le gustan las interminables discusiones, las largas explicaciones a la audiencia ni los prolongados momentos bajo los reflectores.   

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Ante temas espinosos, no teme echar mano del humor o de la irreverencia como una táctica para “desactivar” la amenaza y dictar la narrativa. No solo su juventud ha jugado en su favor, sino también su apariencia, su constitución e, incluso, su vestimenta. Pese a su inmensa fortuna, no ha incurrido en el error de Guillermo Lasso o de otros políticos de antaño de buscar mostrarse exageradamente solemne, elegante e impoluto.

Gracias a ello, no despierta la animosidad y el rencor que los políticos con ínfulas de grandeza monárquica suelen causar entre el electorado ecuatoriano. La sencillez y el carácter desenfadado que proyecta juegan a su favor.   

Postergando y distrayendo 

El gobierno de Daniel Noboa ha sido muy afortunado hasta el momento en lo que a crisis se refiere. Ha sabido resolver los momentos difíciles con decisiones puntuales y contundentes, que no le han pasado factura.

Ante la crisis de seguridad de enero de 2024 —que pese a su impacto mediático, fue objetivamente muy inferior al estallido de violencia de noviembre de 2022 que enfrentó Guillermo Lasso o a las matanzas carcelarias que enfrentaron Lenín Moreno y Lasso— reaccionó con una sonada declaratoria de conflicto armado interno, que llevó a la gente incluso a olvidarse de la huida de “Fito” Villamar y de Colón Pico. Ante el potencial problema político-económico con Rusia por la entrega de armas a Estados Unidos —producto del desconocimiento— se echó atrás rápidamente, sin represalias norteamericanas.

Cuando no hubo apoyo al correísmo en las reformas al COIP, lo que amenazaba con echar abajo cualquier entendimiento, actuó rápidamente ordenando a su partido que apoyara la destitución de Fausto Murillo, un giro abrupto que tampoco le valió muchas críticas.

Su Gobierno no ha tenido aún que enfrentar crisis vertiginosas —como el secuestro y asesinato de los periodistas de El Comercio, el femicidio de María Belén Bernal, la pandemia del Covid-19 o los alzamientos de 2019 y 2022—, pero también es justo reconocer que, hasta el momento, ha sido un gobierno sin escándalos

Sin embargo, el gran éxito en materia de gestión sigue siendo la comparación favorable con quienes lo precedieron. Tanto en materia económica como en seguridad, la situación actual es precaria, pero el régimen de Noboa ha tenido éxito en mostrarse como víctima y heredero —y no como causante— de esos problemas. Aunque objetivamente la situación de seguridad sigue siendo poco favorable —secuestros y extorsiones en alza, asesinatos de políticos como Brigitte García, militares asesinados, sembríos de coca y laboratorios de procesamiento que empiezan a aparecer— la gente percibe con optimismo el estado de excepción ante lo que juzgan que era una parálisis del régimen anterior.

El país vive una crisis migratoria dramática este momento, pero no se juzga que el régimen actual sea el responsable. Igualmente, algo tan impopular como la reforma tributaria y el aumento del IVA, es visto como la consecuencia inevitable de una situación heredada. Dentro de todo, Daniel Noboa ha tenido éxito, con respecto al déficit fiscal, en lograr al menos patear el problema hacia delante, algo que parecía imposible.  

El resto de actores también han jugado a su favor. El pacto difuso con la Revolución Ciudadana y el Partido Social Cristiano ha evitado escollos en el Legislativo y permitido cierta gobernabilidad. El trabajo de la Fiscalía General, con casos como Metástasis y Purga, aunque son en teoría independientes, han creado una percepción de orden y justicia que también beneficia al gobierno.

Daniel Noboa Ecuador
El 21 de febrero, el Mandatario llegó al cambio de guardia legislativa. Está junto a Henry Kronfle (PSC) y Viviana Veloz (RC). (Foto: Presidencia)

Por último, aunque las fricciones con Leonidas Iza ya empiezan a aflorar, el ala radical del movimiento indígena no ha desatado el caos como en administraciones pasadas. A la larga, la atención de los bloques políticos este momento está puesta en las elecciones que ya se avecinan.

Pese a todos sus aciertos, es poco probable que estas condiciones y este estilo prevalezca a largo plazo. El estilo efectista y escueto de comunicación del gobierno también le ha valido derrotas, como la del Plan Fénix —un simple spot de campaña, pero sin sustancia, que le ha valido críticas por no concretarse— o la eliminación de la tabla de drogas —otro anuncio en redes que no condujo a nada—.

La imagen bonachona del Presidente resulta cada vez más difícil de mantener, conforme sus arranques —tanto las acciones hacia la vicepresidenta Verónica Abad, como declaraciones sobre María Paula Romo o el expresidente Rafael Correa— evidencian a una persona capaz de venganzas y enconos persistentes y tenaces.

Igualmente, el próximo año, debido al impacto de la deuda externa y al desequilibro fiscal continuado, será imposible repetir la receta de postergar el problema. La gobernabilidad actual, construida sobre pactos extraños y la autoexclusión de la Conaie, no tiene por qué durar una vez que comience la campaña. Finalmente, por mera probabilidad, en algún momento se suscitará una crisis de proporciones que requerirá un accionar ejecutivo más elaborado. 

La consulta popular que se avecina servirá como la primera medición definitiva de la popularidad y de la fuerza política del actual gobierno. A partir de allí, se podrá esbozar qué es lo que le espera al país para los comicios de 2025. (DM) 

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