Trabajo, propiedad y libertad (II)

Carlos Freile

En el artículo anterior intenté reflexionar sobre la relación que se da entre el trabajo y la propiedad. En resumen afirmaba que el trabajo produce propiedad, aunque siempre debe haber correctivos para evitar abusos de quienes pagan por el trabajo; decía también que los gobiernos, no solo de los estados socialistas sino de los llamados liberales, se encargan de confiscar la propiedad, sobre todo de las clases medias.

Ahora planteo la relación entre propiedad y libertad. Es un hecho histórico irrefutable que el deseo natural de los habitantes de poseer bienes y de que estos no sean confiscados impulsó el control a los gobernantes y de allí el nacimiento y perfeccionamiento del gobierno representativo. Es sabido que los impuestos nacieron de la necesidad de mantener ejércitos para entablar guerras para beneficio de los gobernantes cuando estos no tenían controles. Sin embargo, ya en la Edad Media, cuando surgen los parlamentos, el papa Juan XXII (1318) reconoció a la propiedad como un derecho natural.

El gobierno representativo tuvo otro antecedente histórico: las reuniones establecidas por los monjes para elegir, aconsejar y controlar al superior eran llamadas “parlamentos”, nombre que fue adoptado por los ingleses cuando imitaron a los monjes. El gobierno moderno nace cuando los “hombres buenos” se niegan a pagar impuestos no aprobados por sus representantes. Estos hombres consideraban, con razón, que la imposición de un impuesto violaba sus libertades básicas, entre ellas la de la propiedad, la cual no puede ser confiscada en beneficio del estado.

Por esta razón los tres fundamentos originales de la Revolución Francesa fueron “Libertad, igualdad, propiedad”, sin esta última las dos primeras no podían darse. En la actualidad el estado pretende igualar a todos en la pobreza, y, de paso, esclaviza a todos, menos a los gobernantes. Estos, si no buscan el bien común, basado en la propiedad, deben ser reemplazados.

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