Sal quiteña

Diego Cazar Baquero

Los procesos electorales sacan lo peor de nosotros los electores y son plataformas ideales para el espectáculo más burdo y para el chiste fácil. En Quito, con la difusión de los primeros resultados, salieron de su guarida el racismo y el clasismo que llevamos dentro. Pero clasista es también quien cree que el que no luce blanco o más clarito es incólume.

‘Loro Homero’ –el personaje creado por Jorge Yunda– es el alcalde electo de la capital. Ese personaje representa a la ciudad que la centralidad endogámica clasemediera siempre menospreció. El ‘Loro Homero’ es el quiteño foráneo que conoce las calles a las que los sorprendidos oriundos no llegaron jamás.

Jorge Yunda, en cambio, es el artífice de espacios radiales que usan el humor para gastar horas al aire con apologías del machismo, del alcoholismo, de la sabiduría criolla y del doble sentido, en horario triple A. El estilo Yunda enaltece un supuesto sentido del humor y con él, la evasión.

La sal quiteña ha sido, históricamente, la justificación del insultador, del maltratador y del buen puñete, y el edulcorante del chiste clasista y racista. La plaza pública radial del Alcalde electo lleva 19 años al aire haciendo bromas con formatos copiados y clichés locales robados del buen teatro callejero. Bajo esa lógica, su programación ha sido la campaña más larga de la historia política del país. La plaza pública que nos permitía indignarnos se transformó de este modo en una broma amnésica.

Vivimos una cultura política basada en la programación mañanera de radio y televisión. Votamos por quienes más se parecen a nuestros ídolos mediáticos: aquellos histriónicos bufones que aprendieron a burlarse de los menos favorecidos y a disfrazar sus malos chistes de buen humor. Pero, en eso que llaman democracia, ganan las mayorías.

A Jorge Yunda –o a ‘Loro Homero’– el 21,39% de votos le alcanzó para ganar. Al 78,61% restante le queda observar con atención. Esperar que las inmensas ventajas de esa plaza pública radial se extiendan a la ciudad entera y se conviertan en un referente del ejercicio político junto al ciudadano de a pie, y no en otra mala broma.

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