¡Qué truchas!

¡Viva la patria! Nos dio la regalada gana. O salimos o nos hundimos. Peor no podemos estar. Ven para mearte, enano… Será, una cervecita. Nariz, tiza de sastre. De gorditas horrorosas y otros demonios. Momias cocteleras. Sepulcros blanqueados. Catadores de urinarios. Bestias salvajes. Si quieren matarme, mátenme. Dónde está la plata. Primero muerto antes que perder la vida. Ya valimos…

De lejos, ganamos el campeonato a las frases célebres y no precisamente por su profundidad, cuando sí por la exaltada forma de hacer política y ponerle sabrosura al debate, como dirían en varios lugares del país.

La gente suele decir de ciertos candidatos: “es que habla bonito, pero si ha sabido ser como el pueblo, dice las cosas a calzón quitado”. Y después, los mismos repiten: “pero también ha sabido comer en el mercado, toca la guitarra, baila bonito en la tarima, medio picarón también ha sido, pero si es vivísimo, vele, vele, de esos líderes necesitamos, hay que darle el voto”.

Pasan los meses y llega el día de las elecciones y el bacán, el cantante, el que recita, el que se la goza, gana. Comienza el chupe, la fiesta, la verbena. ¿Qué pasa luego de un corto, pero muy corto tiempo? “Pero si ha sido pillo, ladrón, no ha tenido sangre en la cara y pensar que le creímos, porque hasta guapo era”.

Estas finas estampas son de toda la vida. La diferencia es que ahora son “estampas 2.0”. La digitalización de lo cotidiano tiene una gran ventaja: todo queda registrado, se viraliza en cuestión de segundos, pero aun así nunca alcanza para cambiar la trayectoria del voto. Sin perder de vista que varios candidatos y candidatas quieren fungir su procedencia como si fueran de raigambre popular, tratando de confundir la tradición, la memoria, la identidad, la vida en comunidad con el populismo, puro y duro. Nadie pretende que la política ecuatoriana sea lo que nunca fue, pero sí que haya un poco de memoria y decencia.

Y ahora, y ahora, “y ahooorraaaa”… más pronto que tarde, como dice el refranero, llegarán las elecciones. Ojalá antes de votar no digamos en nuestros adentros: ¡qué truchas! Ojo. En pandemia, nos puede matar la Covid-19 y también las malas decisiones políticas.