Populismo

Rodrigo Contero Peñafiel

El populismo de izquierda o derecha van de la mano con un agudo intelectualismo de quienes en sus declaraciones creen ser conocedores de la verdad y estar en contacto permanente con el pueblo, al que solo utilizan en sus campañas políticas. Esa masa populista que contradice a los técnicos y discute el diseño y aplicación de las políticas públicas tiene la herencia de los “profanos de la política”, que han metido la mano en la justicia para que esta falle a su favor y la gente desconfíe de su imparcialidad.

El carácter psicológico de las multitudes es excesivamente emocional e impulsivo, por tanto sugestionable, situación que ha sido aprovechada por los caciques populistas para apelar a la religión, la educación, los negocios y la política; y, en un coctel de formas simples e imperfectas, elevar el odio a una nueva forma de credo en contra de las personas que sabiendo pensar y razonar son estigmatizadas como conspiradoras. Cuando se incentiva el miedo como forma de conducta se impide el cambio hacia la modernidad.

La polémica diseñada contra quienes creen en la democracia tiene un alto costo en la población; en los países que acogen el populismo como forma de gobierno es evidente el desastre económico y social. La ineptitud administrativa y la caída de los indicadores económicos han pasado factura a trabajadores, empresarios, la producción, el desarrollo y la economía.

Expertos con décadas en educación, ejercicio y cordura son reemplazados por ineptos, sin conocimientos ni práctica administrativa, testaferros de los caudillos de turno. Un vistazo a los países socialistas descubre el porqué de su atraso económico, social y político. La improvisación y la narco revolución comparten iniciativas, planifican el atraco, estimulan la inseguridad y la violencia, desabastecen el mercado, hacen caer la inversión, acumulan los sobreprecios, consignan capitales, burlan a la justicia y fugan presurosos.

Los auténticos líderes luchan por el progreso de sus pueblos. Sus objetivos son claros, reconstruir un país devastado por la corrupción y la venganza de un populismo insolente camuflado como socialismo que termina con la vida de los pueblos.

[email protected]

Rodrigo Contero Peñafiel

El populismo de izquierda o derecha van de la mano con un agudo intelectualismo de quienes en sus declaraciones creen ser conocedores de la verdad y estar en contacto permanente con el pueblo, al que solo utilizan en sus campañas políticas. Esa masa populista que contradice a los técnicos y discute el diseño y aplicación de las políticas públicas tiene la herencia de los “profanos de la política”, que han metido la mano en la justicia para que esta falle a su favor y la gente desconfíe de su imparcialidad.

El carácter psicológico de las multitudes es excesivamente emocional e impulsivo, por tanto sugestionable, situación que ha sido aprovechada por los caciques populistas para apelar a la religión, la educación, los negocios y la política; y, en un coctel de formas simples e imperfectas, elevar el odio a una nueva forma de credo en contra de las personas que sabiendo pensar y razonar son estigmatizadas como conspiradoras. Cuando se incentiva el miedo como forma de conducta se impide el cambio hacia la modernidad.

La polémica diseñada contra quienes creen en la democracia tiene un alto costo en la población; en los países que acogen el populismo como forma de gobierno es evidente el desastre económico y social. La ineptitud administrativa y la caída de los indicadores económicos han pasado factura a trabajadores, empresarios, la producción, el desarrollo y la economía.

Expertos con décadas en educación, ejercicio y cordura son reemplazados por ineptos, sin conocimientos ni práctica administrativa, testaferros de los caudillos de turno. Un vistazo a los países socialistas descubre el porqué de su atraso económico, social y político. La improvisación y la narco revolución comparten iniciativas, planifican el atraco, estimulan la inseguridad y la violencia, desabastecen el mercado, hacen caer la inversión, acumulan los sobreprecios, consignan capitales, burlan a la justicia y fugan presurosos.

Los auténticos líderes luchan por el progreso de sus pueblos. Sus objetivos son claros, reconstruir un país devastado por la corrupción y la venganza de un populismo insolente camuflado como socialismo que termina con la vida de los pueblos.

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Rodrigo Contero Peñafiel

El populismo de izquierda o derecha van de la mano con un agudo intelectualismo de quienes en sus declaraciones creen ser conocedores de la verdad y estar en contacto permanente con el pueblo, al que solo utilizan en sus campañas políticas. Esa masa populista que contradice a los técnicos y discute el diseño y aplicación de las políticas públicas tiene la herencia de los “profanos de la política”, que han metido la mano en la justicia para que esta falle a su favor y la gente desconfíe de su imparcialidad.

El carácter psicológico de las multitudes es excesivamente emocional e impulsivo, por tanto sugestionable, situación que ha sido aprovechada por los caciques populistas para apelar a la religión, la educación, los negocios y la política; y, en un coctel de formas simples e imperfectas, elevar el odio a una nueva forma de credo en contra de las personas que sabiendo pensar y razonar son estigmatizadas como conspiradoras. Cuando se incentiva el miedo como forma de conducta se impide el cambio hacia la modernidad.

La polémica diseñada contra quienes creen en la democracia tiene un alto costo en la población; en los países que acogen el populismo como forma de gobierno es evidente el desastre económico y social. La ineptitud administrativa y la caída de los indicadores económicos han pasado factura a trabajadores, empresarios, la producción, el desarrollo y la economía.

Expertos con décadas en educación, ejercicio y cordura son reemplazados por ineptos, sin conocimientos ni práctica administrativa, testaferros de los caudillos de turno. Un vistazo a los países socialistas descubre el porqué de su atraso económico, social y político. La improvisación y la narco revolución comparten iniciativas, planifican el atraco, estimulan la inseguridad y la violencia, desabastecen el mercado, hacen caer la inversión, acumulan los sobreprecios, consignan capitales, burlan a la justicia y fugan presurosos.

Los auténticos líderes luchan por el progreso de sus pueblos. Sus objetivos son claros, reconstruir un país devastado por la corrupción y la venganza de un populismo insolente camuflado como socialismo que termina con la vida de los pueblos.

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El populismo de izquierda o derecha van de la mano con un agudo intelectualismo de quienes en sus declaraciones creen ser conocedores de la verdad y estar en contacto permanente con el pueblo, al que solo utilizan en sus campañas políticas. Esa masa populista que contradice a los técnicos y discute el diseño y aplicación de las políticas públicas tiene la herencia de los “profanos de la política”, que han metido la mano en la justicia para que esta falle a su favor y la gente desconfíe de su imparcialidad.

El carácter psicológico de las multitudes es excesivamente emocional e impulsivo, por tanto sugestionable, situación que ha sido aprovechada por los caciques populistas para apelar a la religión, la educación, los negocios y la política; y, en un coctel de formas simples e imperfectas, elevar el odio a una nueva forma de credo en contra de las personas que sabiendo pensar y razonar son estigmatizadas como conspiradoras. Cuando se incentiva el miedo como forma de conducta se impide el cambio hacia la modernidad.

La polémica diseñada contra quienes creen en la democracia tiene un alto costo en la población; en los países que acogen el populismo como forma de gobierno es evidente el desastre económico y social. La ineptitud administrativa y la caída de los indicadores económicos han pasado factura a trabajadores, empresarios, la producción, el desarrollo y la economía.

Expertos con décadas en educación, ejercicio y cordura son reemplazados por ineptos, sin conocimientos ni práctica administrativa, testaferros de los caudillos de turno. Un vistazo a los países socialistas descubre el porqué de su atraso económico, social y político. La improvisación y la narco revolución comparten iniciativas, planifican el atraco, estimulan la inseguridad y la violencia, desabastecen el mercado, hacen caer la inversión, acumulan los sobreprecios, consignan capitales, burlan a la justicia y fugan presurosos.

Los auténticos líderes luchan por el progreso de sus pueblos. Sus objetivos son claros, reconstruir un país devastado por la corrupción y la venganza de un populismo insolente camuflado como socialismo que termina con la vida de los pueblos.

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